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Explora el vibrante arte y cultura de Italia, visita encantadoras obras de arte y participa en su historia milenaria

Desde las ruinas arqueológicas de Roma y Pompeya hasta los pintorescos pueblos medievales de la Toscana, Italia es una tierra riquísima en arte y cultura. Sumérgete en los lugares históricos de Italia y sus numerosos sitios Patrimonio de la UNESCO en un viaje cultural que te permitirá descubrir la patria de algunos de los pintores, escultores y arquitectos más importantes del mundo, que han dejado una huella indeleble en la Historia.
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Espiritualidad
En Roma, en el corazón del catolicismo: San Pedro y la Puerta Santa

En Roma, en el corazón del catolicismo: San Pedro y la Puerta Santa

El Vaticano, el Estado soberano más pequeño del mundo, es también el que cuenta con los tesoros religiosos y artísticos más famosos del mundo, en primer lugar la basílica de San Pedro. Estamos en el corazón mundial del catolicismo y solo eso basta para dejarnos sin aliento. Pero también estamos frente a la basílica más grandiosa y espectacular de Italia, donde todo es sorprendente, desde la gran plaza rodeada por el abrazo de la columnata de Gian Lorenzo Bernini, hasta la majestuosa fachada coronada por la icónica cúpula de Miguel Ángel. Tanto en el exterior como en el interior, el complejo de San Pedro es un enorme museo del arte. Sintetiza la expresión de la predilección de los pontífices por las estatuas, las pinturas, los muebles y la arquitectura, y al mismo tiempo es un monumento realizado a lo largo de siglos de genialidad artística que exhibe obras maestras de Miguel Ángel y Bernini. Además, podrás visitar los Museos Vaticanos, que podríamos definir como «el museo más suntuoso de la ciudad eterna»: 7 kilómetros de superficie expositiva con joyas inestimables, valiosas esculturas, la Capilla Sixtina pintada al fresco por Miguel Ángel, las cuatro estancias de Rafael y los cuidados jardines a la italiana. En los años del Jubileo, San Pedro (junto con las 3 basílicas papales de San Juan de Letrán, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros) es una de las iglesias «mayores» donde se encuentran las Puertas Santas, que el papa abre extraordinariamente durante todo el Año Santo. Además, la basílica de San Pedro forma parte de la peregrinación de las Siete Iglesias, diseñada por san Felipe Neri en el siglo XVI. Se trata de una tradición jubilar que prevé una ruta de aproximadamente 25 kilómetros a través de la ciudad, la cual toca la campiña romana, las catacumbas y algunas de las magníficas basílicas (San Juan de Letrán, Santa María la Mayor, San Pablo Extramuros, San Lorenzo Extramuros, Santa Cruz en Jerusalén, San Sebastián Extramuros).
Espiritualidad
Fe y arqueología a lo largo de la vía Ostiense

Fe y arqueología a lo largo de la vía Ostiense

La Via Ostiense, la carretera que discurre entre Roma y el Lido de Ostia, fue durante siglos el cordón umbilical de la ciudad. Junto con el Tíber, tenía la tarea de garantizar el abastecimiento de la mayor metrópoli del mundo antiguo conectándola con el puerto de Ostia, una populosa ciudad de la que hoy, en el parque arqueológico de Ostia Antica, quedan ruinas tan vastas como fascinantes. En Ostia atracaban barcos cargados de mercancías de todo tipo y se producía sal, un bien raro y precioso en aquella época: en la alta Edad Media, precisamente la presencia de las salinas favoreció el nacimiento de una nueva población, el pueblo de Ostia Antica, guardián de las reliquias de santa Mónica y santa Áurea e inmediatamente sede de una importante diócesis. Al mismo tiempo, el pasaje en las murallas aurelianas del que se origina la Via Ostiense cambió de nombre: de puerta Ostiensis se convirtió en Porta San Paolo. Esta evolución revela que la Via Ostiense, una vez caída Roma, adquirió importancia sobre todo por los recuerdos relacionados con la figura de san Pablo, su martirio y su sepultura, que tuvo lugar en la necrópolis Ostiense. En su sepulcro, ya en tiempos del emperador Constantino, se fundó la basílica papal de San Pablo Extramuros, la segunda iglesia más grande de Roma después de San Pedro en el Vaticano, donde se encuentra una de las cuatro Puertas Santas que se abren durante el Jubileo. Bajo el altar papal se ha redescubierto la tumba de san Pablo, ahora visible para los fieles, un lugar de profunda veneración. Justo en la vía Ostiense, cuenta la tradición, san Pablo y san Pedro se encontraron por última vez mientras eran conducidos al martirio. Una placa en el n.º 106 de la calle recuerda que los dos apóstoles se habrían abrazado a la altura de la actual Central Montemartini, uno de los museos más fascinantes de Roma, un ejemplo de puente entre la arqueología industrial y el arte antiguo. No es casualidad que a ambos santos se les dedique la iglesia del EUR, el barrio romano diseñado en la época fascista a lo largo de la vía Ostiense, con vistas a la Exposición Universal de 1942. Incluso antes de que se formara el EUR, la vía Ostiense, ya insuficiente para soportar el tráfico entre Roma y el Lido de Ostia, estaba flanqueada por nuevas carreteras más rápidas e incluso por un ferrocarril, el Roma-Lido, que también parte de Porta S. Paolo y termina entre el bosque de pinos y las playas de Castel Fusano. Un poco más al sur se encuentran las espléndidas playas de Cancelli, perfectas para regenerar el cuerpo y el espíritu en contacto con una naturaleza aún virgen.
Iglesia de Sant'Ivo alla Sapienza

Iglesia de Sant'Ivo alla Sapienza

Pequeña en tamaño, inmensa por su calidad arquitectónica y su importancia en la historia del arte: la iglesia de Sant'Ivo alla Sapienza, proyectada por Francesco Borromini, está considerada una de las expresiones más altas y originales del Barroco romano, punto de referencia para generaciones y generaciones de arquitectos. Realizada entre 1643 y 1660, año de su consagración, la iglesia se inserta en el edificio del palacio de la Sapienza y cierra la perspectiva del patio central, en el lado opuesto a la entrada. Borromini, nombrado arquitecto de la Sapienza en 1632, tuvo que trabajar en un espacio que ya había quedado definido por sus predecesores, estrecho y cuadrangular. Lo transformó radicalmente creando una iglesia de planta central mixtilínea, tan fascinante como compleja en su geometría. En la práctica, la planta de la iglesia de Sant'Ivo es una estrella de seis puntas formada por dos triángulos intersecados, doble símbolo de la Trinidad; en el centro, la intersección entre los triángulos da forma a un hexágono. Las paredes están coronadas por un entablamento que alterna lados cóncavos, rectilíneos y convexos, sobre el que descansa una cúpula de seis caras con una ornamentación clara y luminosa, que anticipa el gusto rococó. El suelo también es obra de Borromini, que creó un diseño con incrustaciones de mármol blanco y negro. En el altar hay un gran retablo dedicado a san Ivón de Kermartin, obra de Pietro da Cortona, el cual quedó inacabado debido a la muerte del maestro, acaecida en 1669, aunque más tarde fue concluido por sus alumnos. En el exterior, la cúpula está envuelta por un tambor de lados convexos que, visto desde el patio del palacio, contrasta con la exedra cóncava de la parte inferior. La coronan una cubierta escalonada y una linterna en espiral que, con su impulso ascendente, se ha convertido en un icono de todo el palacio de la Sapienza.
Basílica de Sant'Eustachio

Basílica de Sant'Eustachio

Según la tradición, la basílica de Sant'Eustachio fue fundada en el siglo IV por el emperador Constantino en el lugar de martirio del santo. Sin embargo, la iglesia «solo» está documentada desde el siglo VIII: la única certeza es que estamos en la zona de las termas de Nerón o Alejandrinas, erigidas por Nerón alrededor del año 62 y reconstruidas por Alejandro Severo en el año 227, de donde provienen las dos antiguas columnas adosadas al lateral del edificio, en Via di Sant'Eustachio. Sabemos que la basílica fue restaurada y ampliada en 1196, cuando se construyó el campanario de estilo románico, que presenta ajimeces parcialmente tapiados. No obstante, el aspecto actual de Sant'Eustachio se debe a las importantes remodelaciones (más bien reconstrucción) de la primera mitad del siglo XVIII, fase a la que pertenecen el altar mayor de bronce y mármol policromado, de Nicola Salvi, y el baldaquino que lo corona, obra de Ferdinando Fuga de 1746. Estos trabajos resultaron indispensables para salvar la iglesia de las filtraciones de agua y de las crecidas del Tíber, que eran frecuentes y suponían una gran amenaza. En la fachada, en la esquina con Via di Sant'Eustachio, una lápida recuerda el nivel alcanzado por el río durante una de las peores, en 1495. En la parte superior, la fachada está coronada por una cabeza de ciervo ya que, según la hagiografía, san Eustaquio se convirtió en el transcurso de una cacería, cuando entre los cuernos de un ciervo vio una cruz luminosa (o, según otras fuentes, la figura de Cristo).
Basílica de San Agustín en Campo Marzio

Basílica de San Agustín en Campo Marzio

La fachada de la basílica de San Agustín en Campo Marzio es majestuosa y sobria, pero tiene como peculiaridad dos volutas laterales. Revela así tanto el origen renacentista como la evolución dieciochesca de esta iglesia, terminada en 1420, reconstruida sesenta años más tarde por Giacomo da Pietrasanta y Sebastiano Fiorentino, quienes la agrandaron y «elevaron» respecto a la carretera para protegerla de las crecidas del Tíber, y luego remodelada en el siglo XVIII.En todos los casos, los trabajos fueron encargados por la Orden de San Agustín, que anteriormente oficiaba sus funciones en la iglesia de San Trifón en Posterula; así se explica la doble denominación, «basílica de los Santos Trifón y Agustín», a veces utilizada para indicar esta iglesia. La fachada, hoy en día uno de los símbolos del barrio de Sant'Eustachio, se construyó utilizando travertino recuperado del Coliseo, o al menos eso se dice. En cambio, los interiores son el resultado de la revisión de mediados del siglo XVIII realizada por Luigi Vanvitelli, quien en la misma fase añadió las dos volutas laterales a la fachada, reconstruyó la cúpula y el campanario y rediseñó el convento anexo a la basílica, que sigue siendo la sede central de la Orden de San Agustín. De la primera temporada de la basílica han sobrevivido al menos tres obras maestras: el Profeta Isaías pintado al fresco por Rafael en el tercer pilar izquierdo, de 1512; la subyacente Virgen con el Niño y santa Ana, escultura contemporánea de Andrea Sansovino; y la veneradísima estatua de la Virgen del parto de Jacopo Sansovino (1521), en la contrafachada junto al portal principal. Se remontan al siglo XVII otras tres obras fundamentales conservadas en esta basílica: el altar mayor, diseñado por Gian Lorenzo Bernini en 1627 y realizado por Orazio Torriani, con una virgen bizantina procedente de la iglesia de Santa Sofía de Constantinopla; el retablo de San Agustín entre los santos Juan Bautista y Pedro el Ermitaño de Guercino (1637); y, sobre todo, el retablo de la Virgen de los peregrinos (o Virgen de Loreto) de Caravaggio (1603-04, en la primera capilla izquierda), considerado escandaloso por el aspecto de la Virgen, que tiene las características de una modelo muy conocida en Roma en ese momento por sus actividades como cortesana, por su ropa popular y por el realismo con el que se representa al peregrino adorador, que tiene los pies desnudos e hinchados. Caravaggio donaría esta pintura a la basílica como agradecimiento personal al convento de los agustinos: de hecho, aquí se puedo refugiar después de haber herido a un hombre por celos en la cercana Piazza Navona para que no lo detuvieran.
Basílica colegiata de Santa Cristina

Basílica colegiata de Santa Cristina

La basílica de Santa Cristina custodia el alma más antigua y espiritual de Bolsena, que contrasta con la atmósfera agradablemente despreocupada del paseo junto al lago y del puerto turístico del pueblo, repleto de restaurantes y locales. La fachada renacentista oculta unos interiores de estilo románico y una fundación mucho más antigua: la iglesia fue consagrada en 1077 por el papa Gregorio VII, pero sus raíces se remontan a épocas anteriores. De hecho, se encuentra sobre las catacumbas, donde, según la tradición, entre finales del siglo III y principios del IV se enterró a santa Cristina, mártir. Durante siglos, los peregrinos que recorrían la via Francigena se detenían aquí para rezar en la gruta de Santa Cristina, parte de las antiguas catacumbas ampliada y transformada, de hecho, en la cripta de la basílica, con la tumba de la santa. En 1263, precisamente en la gruta, ocurrió lo que la Iglesia considera el milagro eucarístico: de la hostia consagrada saldrían gotas de sangre, para testimoniar la presencia real del cuerpo y la sangre de Cristo en la Eucaristía y desmentir las dudas alimentadas por el oficiante, un sacerdote bohemio. Lo recuerda el fresco del arco que conduce al hipogeo, del siglo XIII: es el testimonio iconográfico más antiguo del milagro. Otras obras de arte importantes que adornan la basílica son un crucifijo de madera de la escuela umbrosienesa del siglo XVI, los frescos del siglo XV de la capilla del Rosario y su gran tabernáculo, obra de Benedetto Buglioni (1493-97), y, en el presbiterio, un políptico del siglo XV atribuido al sienés Sano di Pietro y a Benvenuto di Giovanni.
Ciudades culturales
Piacenza

Piacenza

Piacenza, acogedora, suntuosa y emiliana, pero no demasiado Terminal de la antigua Via Emilia y epicentro geográfico de la Llanura Padana, la ciudad de Piacenza se levanta en la orilla derecha del río Po y, debido a su ubicación en la frontera noroccidental de la región, es la capital de provincia de Emilia-Romagna menos emiliana. Etapa obligatoria para los viajeros A medio camino entre los Apeninos y la llanura, entre valles y ríos, Piacenza ha construido su fortuna por ser un lugar de paso: Leonardo da Vinci, que se postuló sin éxito para diseñar las puertas de bronce de su Duomo, fue uno de los primeros en comprender su papel territorial clave, definiéndola en el Códice Atlántico como “Tierra de Paso”, una etapa obligatoria para todos los que se dirigían a Milán. Un ADN que aún hoy explica la irreductible vocación de la ciudad como lugar de acogida y de hospitalidad. En bicicleta entre pórticos y jardines secretos La etimología del nombre latino placentia, que alude a la capacidad de placer, es un exitoso compendio del alma de la ciudad: agradable, elegante y llena de tesoros conservados con discreción. Por su lento ritmo de vida y sus pequeñas dimensiones, Piacenza es un lugar ideal para visitar a pie o en bicicleta, deambulando entre pórticos e iglesias y admirando la belleza de los patios ocultos de sus palacios señoriales. Los caballos de los Farnesio Así pues, ¿estás listo para empezar? El recorrido ideal de Piacenza, entre el arte y la historia, solo puede comenzar desde la popular piazza Cavalli, epicentro de la ciudad. El nombre de la plaza se debe a la presencia de la célebre pareja de monumentos ecuestres dedicados a Ranuccio y a Alejandro Farnesio, padre e hijo, en su día Duques y Señores de Parma y de Piacenza. Realizados en el siglo XVII en estilo barroco por el escultor toscano Francesco Mochi, se recortan frente al magnífico Palazzo Comunale de ladrillo y mármol blanco, llamado “el Gótico”, y del cual se dice que hospedó a Petrarca: son el emblema de la ciudad. Si escuchas decir a los placentinos “i noss cavaj”, nuestros caballos, es a ellos a quienes aluden. El tour ducal El itinerario "farnesiano” se desarrolla en la visita al histórico Palacio Farnesio, sede actual de los Museos Cívicos, en cuya pinacoteca podemos admirar, entre otras obras, un Tondo de la Virgen con Niño de Botticelli. Por otra parte, el ala arqueológica conserva el famoso Hígado de Piacenza, un modelo de bronce de un hígado de oveja con inscripciones etruscas, que utilizaban los arúspices como guía para los vaticinios. El tour culmina con un recorrido por las Murallas Farnesianas que rodeaban el casco histórico en el siglo XVI. El Duomo, entre el románico y el gótico El verdadero atractivo de la ciudad es, sin embargo, su Duomo o Catedral: dedicado a Santa Maria Assunta y Santa Giustina, su original arquitectura es un maravilloso ejemplo que combina el románico emiliano con elementos góticos de una reforma posterior y que conserva una cúpula con frescos de Guercino. En Piacenza también hay varias iglesias medievales para descubrir, partiendo de Sant'Antonino, patrón de la ciudad, es una etapa obligatoria para los peregrinos de la Vía Francígena hacia San Savino, de fundación paleocristiana y con suelos de mosaico, pasando por Santa Maria di Campagna, con su cúpula cubierta por frescos pintados por Pordenone. Se dice que aquí, el Papa Urbano II anunció su intención de prohibir la Primera Cruzada en Tierra Santa. Un paseo por la muntä di rat La visita a los museos placentinos no puede prescindir de la Galería Alberoni, que conserva el Ecce Homo de Antonello da Messina y de la Galería de Arte Moderno Ricci Oddi, con sus obras de los siglos XIX y XX. Los lugares más emblemáticos para visitar antes de partir son el Teatro Municipal, cuyo fachada fue reelaborada por Alessandro Sanquirico inspirándose en la Scala de Milán, y la escalinata que conecta Via Mazzini con Via San Bartolomeo y que aquí todos llaman la muntä di rat. El apelativo se debe a que, durante las inundaciones del Po, la leyenda dice que los ratones la utilizaban para escapar del agua. Entre colinas y pueblos medievales: a la caza de delicias y set de rodaje películas de Bellocchio El paisaje circundante te reserva otras maravillas, entre los valles de renombre de las colinas placentinas: Val Trebbia, Val Nure, Val Tidone y Val d’Arda, por nombrar a los más famosos, con sus rutas panorámicas y sus delicias enogastronómicas. También hay pueblos y castillos medievales como Castell’Arquato, Grazzano Visconti, Gropparello y Rivalta. A los cinéfilos les recomendamos una parada en Bobbio, un encantador pueblo del Val Trebbia y lugar de rodaje de numerosas películas de Marco Bellocchio, que fundó aquí su Escuela de Cine y un Festival dedicado al Séptimo Arte. A los amantes de los deportes al aire libre les sugerimos probar, a pie o en bicicleta, algunas etapas de la Vía Francígena, la antigua ruta de peregrinación que desde el norte de Europa conducía a Roma y, desde allí, a Tierra Santa.
Museos y monumentos
Laberinto de la Masone

Laberinto de la Masone

El laberinto de la Masone: la naturaleza como arte El Laberinto de la Masone, en Fontanellato, Emilia Romagna, es el más grande del mundo. En sus 8 hectáreas hay 3 kilómetros de setos de bambú, pertenecientes a 20 especies diferentes y con un total de 200 000 plantas. Un universo verde creado con esta variedad de planta tan poco común en Italia, el bambú, que promete una experiencia totalmente natural, entre otras muchas cosas . El buen gusto italiano Esta pintoresca franja de la Bassa Parmense se ha transformado en un centro cultural ,abierto al público desde 2015. Hay un museo con una colección permanente, otro espacio dedicado a exposiciones temporales, así como una biblioteca rebosante de volúmenes, algunos de ellos bastante raros. Además, hay un alojamiento con dos elegantes suites, para los huéspedes que deseen alojarse aquí, y un restaurante: Il Labirinto. Los entrantes incluyen una selección de embutidos locales, como el Culatello di Zibello y el Prosciutto di Parma, y los primeros y segundos hacen honor al territorio ofreciendo platos inspirados libremente en recetas antiguas. El estilo de cocina es símbolo del lugar: un toque innovador, una mirada nostálgica a la tradición, técnicas de vanguardia y una presentación sofisticada. ¿El creador? Es Franco Maria Ricci Toda la finca de Fontanellato, incluido el laberinto de la Masone, es un lugar sin igual, tan único como el hombre que lo concibió. Se trata de Franco Maria Ricci, que nació en Parma en 1937 y murió aquí en 2020. Figura destacada en el panorama cultural italiano, fue diseñador gráfico, coleccionista y fundador de la revista de arte y literatura FMR, las iniciales de su nombre. Esta era la antigua granja familiar, transformada en un santuario de gran belleza y que ahora alberga la Fundación Franco Maria Ricci. Realizó una enorme renovación de los edificios y las zonas verdes, convirtiendo las cabañas en su vivienda privada, donde quería pasar el último periodo de su vida. Eligió ambientes neoclásicos para la mansión y la cabaña principal, rodeada de enredaderas, donde se erigen dos cariátides de estuco. Ha restaurado todas las habitaciones, incluido el granero, construido una piscina en la azotea y creado terrazas y salones. Dentro están todas sus pasiones e intereses. Destacan los 1200 volúmenes del genio de la tipografía Giambattista Bodoni, padre de la famosa tipografía, que forman la mayor colección privada del mundo. Además, hay infinidad de volúmenes de arte, muebles de espejos y maderas preciosas, su mesa favorita de la residencia ducal de los Boschi, retratos, cuadros naíf y muchos objetos curiosos que disfrutaba comprando por todo el mundo. El museo contiene unas quinientas obras que abarcan cinco siglos de historia del arte, desde el XVI hasta el XX. Cuando decidió abrirlo al público, declaró su objetivo: combinar el placer de vivir con el placer del conocimiento. El laberinto, entre vegetación y arquitectura El laberinto de la Masone ha requerido seis años de intenso trabajo para plantar las 200.000 plantas de bambú, diseñar el camino de setos y construir una arquitectura que se pudiera integrar armoniosamente en este visionario paisaje verde. El proyecto se encargó al arquitecto parmesano Pier Carlo Bontempi, exponente de la corriente del Nuevo Clasicismo, un estilo que también se manifiesta aquí. Hay muchas referencias a los mosaicos y termas de las villas romanas, mientras que la mampostería recuerda a los principales arquitectos del periodo de la Revolución Francesa: Boullée, Ledoux y Lequeu. En los edificios se utilizaron materiales típicos de la llanura Padana, especialmente ladrillos artesanales para la mampostería. La evolución de una idea La idea inicial del laberinto se le ocurrió a Franco Maria Ricci al conocer a su amigo y escritor argentino Jorge Luis Borges, uno de los principales autores de la editorial FMR y que hizo del laberinto uno de los temas de su literatura. Ricci no aspiraba a una lúgubre prisión-laberinto, como la del Minotauro. Por el contrario, ha llegado a la actualidad un lugar agradable, para pasear con tranquilidad y total seguridad en un bello y original entorno natural.
Museos y monumentos
Jardín de los Señores

Jardín de los Señores

El jardín de los Señores, un oasis de paz y silencio Reina una perfecta paz en el jardín de los Señores, induciendo a la relajación y a los momentos de meditación. Todo sin salir del mismo centro de Bressanone, en el corazón del Alto Adigio. La ciudad más antigua del Tirol reserva la sorpresa del silencio dentro de esta joya verde, abierta al público y con entrada gratuita. Atmósfera de antaño El jardín de los Señores (Herrengarten, en alemán) forma parte del palacio episcopal, del que ocupa el lado norte. La construcción del palacio de estilo renacentista data de 1570, pero las fuertes influencias barrocas posteriores son evidentes. Sede episcopal hasta 1973, tras una cuidadosa restauración alberga ahora el archivo diocesano, el museo de belenes y el museo diocesano. Este era el lugar de descanso para el clero de Bresanona, y todavía hoy la dimensión es de agradable relajación. La estructura clásica renacentista se expresa en el jardín de estilo italiano de diseño geométrico con 4 parterres regulares y una preciosa fuente central con pila de bronce. Las hierbas y las hortalizas se suceden en hileras decorativas, mientras que los setos de boj exhiben rosas y otras plantas ornamentales. La lavanda difunde su embriagador aroma. Para imaginarse el lugar tal y como era originalmente, hay que remitirse a los inventarios, que hablan de 35 macetas de naranjos y 100 macetas de madera en las que plantar las plantas. Los príncipes obispos amaban tanto su oasis verde que en 1631 le concedieron un escudo de armas al jardinero de la corte Paul Schachner. Y no eran los únicos que lo apreciaban. Wolfgang Amadeus Mozart también pasó por aquí, dando un concierto en el reluciente salón del teatro del palacio. Un paseo entre la historia, la botánica y la arquitectura Aquí sientes la tentación de sentarte durante mucho tiempo, sin prisas, en uno de los muchos bancos, en compañía de un buen libro: nadie te molestará. O puedes caminar a un ritmo lento con tu pareja o tu familia. Cada estación ofrece un panorama igualmente fascinante. En primavera, los cerezos que rodean el parque se cargan de delicadas flores; en otoño, las hojas ofrecen un espectáculo de colores. Y en invierno, la mirada se eleva hacia los picos nevados de la cordillera. Sea cual sea el mes de tu visita, la probabilidad de encontrar cielos despejados es muy alta, ya que la zona de Bresanona cuenta con 2000 horas de sol al año: un verdadero récord. Una plantación histórica vuelve a vivir hoy en el jardín de los Señores. Aunque no es idéntica a la del pasado, refleja bien el diseño general. Se trata del Pomarium, el manzanar utilizado para abastecer la mesa del obispo, antiguamente rodeado de murallas y mencionado por primera vez en 1265. Ahora puedes admirar una densa serie de hileras, compuestas por diversos árboles frutales, entre ellos dos variedades de manzanos. Una pérgola del siglo XIX rodea el parque. Una curiosidad cultural es el pabellón chino y la torre japonesa, también del siglo XIX. También aquí, como en Francia, había llegado la moda del exotismo, expresada en decoraciones, ornamentos y arquitectura de estilo oriental. La rica curia no quiso ser menos, mostrándose dispuesta a seguir las nuevas tendencias. Un herbario vivo El jardín de los Señores presenta una gran variedad de hierbas medicinales, aromáticas, médicas y afrodisíacas. Al fin y al cabo, es uno de los orgullos de este territorio. El consejo es seguir este fascinante tema en un viaje, visitando las numerosas granjas de las afueras de la ciudad que las cultivan y comercializan. Oirás hablar de ajedrea, eneldo, caléndula, perifollo, melisa, pimpinela y onagra. Las hierbas también entran en la cocina local, desde la tradicional hasta la más moderna. La nueva generación de chefs compone platos en bouquets, atentos a la ecología y a la preservación de la biodiversidad. Los platos típicos reinan en las posadas. Las albóndigas de ortigas son un primer plato delicioso, en su sencillez campesina, al igual que la sopa de hierbas, que a una base de cebolla chalote puede añadir ortiga, serbal o berros. Entre los vinos, merece la pena probar el Sylvaner, una variedad de uva autóctona. La exploración de un patrimonio natural Si quieres continuar tus vacaciones sumergiéndote en la naturaleza, siempre puedes salir de la ciudad para descubrir los alrededores. El Valle Isarca ofrece paisajes agrícolas variados, desde los viñedos y huertos del Valle Isarco hasta los castañares de las medianías. Más arriba, te esperan infinitas rutas de senderismo en los Dolomitas. La Unesco ha catalogado como Patrimonio de la Humanidad los 530 kilómetros de senderos del Valle de Ega, enclavados entre las cimas de los montes Catinaccio y Latemar.
Palazzo dei Papi di Viterbo

Palazzo dei Papi di Viterbo

Viterbo, ciudad de papas y balnearios Viterbo es una bella ciudad de arte que te permite realizar un hermoso viaje en el tiempo a través de los salones del elegante palacio papal, por callejones medievales intactos, fuentes monumentales y palacios patricios renacentistas. Una tierra antigua que conserva fascinantes vestigios etruscos, como la Cava di Sant'Antonio y la necrópolis de Castel d'Asso, rica en fuentes termales inmersas en la naturaleza donde podrás disfrutar de baños calientes en un paisaje encantador. Las 10 cosas que hay que ver en Viterbo Toda visita a Viterbo comienza en el palacio papal, con su hermosa logia de columnas y arcos ojivales, construido a partir de 1257 para proporcionar al pontífice una sede más segura que la de Roma, entonces escenario de agrias disputas: aquí se encuentra la que ha pasado a la historia como la Sala del Cónclave (del latín cum clave, bajo llave), donde los cardenales, divididos según el nombre del nuevo pontífice, fueron segregados hasta llegar a un acuerdo. Fueron necesarios 33 meses para la elección de Gregorio X y, desde entonces, el término cónclave se utiliza para referirse a la reunión de cardenales convocada para designar a un nuevo papa. El palacio papal se encuentra en la elegante plaza de San Lorenzo, a la que se asoma la catedral del siglo XII, que debes ver junto con el Museo Colle del Duomo. Continúa tu visita a Viterbo por las callejuelas del sugestivo barrio San Pellegrino, un paseo en plena Edad Media, entre las características casas "puente" conectadas a nivel del primer o segundo piso, entre las que se abren sugestivos pasajes cubiertos, a los que principalmente podrás acceder por escaleras, que aquí se llaman "profferli": la más bella es la casa de los Alessandri, con su escalera interior flanqueada por un parapeto. En el barrio también se encuentra el Museo del Sodalizio de los Facchini di Santa Rosa, los protagonistas de la fiesta más sentida y arraigada de la ciudad, que la noche del 3 de septiembre llevan en procesión a la pesadísima (¡51 quintales!) Macchina di Santa Rosa, una especie de torre de 30 metros de altura: el museo permite que los visitantes os adentréis en el espíritu de una fiesta popular que ha sido reconocida por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial. El Museo della Ceramica della Tuscia es precioso, se encuentra en la planta baja del Palazzo Brugiotti, una espléndida residencia del siglo XVI, con valiosos frescos y hermosas fuentes en el atrio y el jardín. Al fin y al cabo, Viterbo es una ciudad de agua: la Fontana Grande, en la homónima plaza, es solo una de las muchas fuentes monumentales que surgen en todas las plazas del centro histórico. A pocos pasos te encontrarás en lo que fue el símbolo del poder cívico de la ciudad: la plaza del Palacio de los Priores, con sus grandes salas decoradas con frescos, como la Capilla Palatina, pintada por Filippo Cavarozzi y Marzio Ganassini). Podrás descubrir los orígenes más antiguos de la ciudad en el Museo Nacional Etrusco en la fortaleza Albornoz, dedicado a la arqueología etrusca, cuya visita continúa idealmente a la espectacular necrópolis de Castel d'Asso, con sus tumbas excavadas en la roca en la zona de los manantiales termales. Entre los vestigios etruscos se encuentra la Cava di Sant'Antonioa lo largo de la vía Signorino: se trata de un camino muy estrecho tallado en la toba y que une el barrio Signorino con la puerta Faul, una de las muchas calles huecas que los etruscos construían con fines defensivos o sagrados, esto sigue siendo un misterio. En Viterbo, entre manantiales de agua caliente y piscinas en la naturaleza Si te gusta sumergirte en las cálidas aguas termales, Viterbo es tu mejor opción en cualquier estación del año. Alrededor de la ciudad hay varios manantiales en los que puedes tomar baños calientes en lugares naturales, ¡y sin tener que pagar ninguna entrada! Los peregrinos de la Vía Francígena encuentran en su recorrido las termas del Bagnaccio, un agradable parque gestionado por una asociación que permite la entrada gratuita a quienes solo utilizan las piscinas, mientras que para acceder a los servicios se requiere una módica contribución. En la carretera de Terme, a 2,5 km de la ciudad, se encuentran las piscinas Carletti, bonitos estanques en el verde con amplios céspedes junto a ellos donde te podrás tumbar y tomar el sol. En la carretera del Bullicame encontrarás el homónimo manantial termal, mencionado por Dante en el cántico Inferno, y que brota de un pequeño cráter natural (no puedes acercarte, pero puedes verlo a través de un parapeto transparente) para alimentar grandes piscinas en un paisaje idílico. Por supuesto, no faltan balnearios en Viterbo con todo tipo de servicios, curas y tratamientos: las termas dei Papi ofrecen una'enorme piscina, una gruta natural y un camino con piscinas calientes y frías, ideal para reactivar la circulación. En la mesa acquacotta y pignataccia La de Viterbo es una cocina campesina que se nutre de los productos de su generosa tierra: aquí, en invierno, se come una abundante sopa de castañas y garbanzos o la más ligera acquacottauna menestra con pocas verduras y enriquecida con un huevo y picatostes. Con motivo de la fiesta de Santa Rosa, no puede faltar la pignattacciaun plato a base de callos y otros cortes de carne de tercera categoría adobados con patatas, aromatizada con hierbas y cocinada durante mucho tiempo en el horno.
Sitios históricos
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Parque de los Acueductos

En el Parque de los Acueductos de la Appia Antica se encuentran los impresionantes arcos de los conductos hídricos construidos por los antiguos romanos que han hecho que el paisaje romano resulte único. Seis de los 11 acueductos que abastecían a la ciudad de Roma desembocaban en esta zona, comprendida entre los barrios de Cinecittà y Quarto Miglio, que hoy puedes visitar a pie o en bicicleta por una de las laderas verdes más espectaculares de la ciudad, dominada por las copas de los pinos marítimos. 6 acueductos romanos y uno renacentista Viajeros del Grand Tour, pintores románticos, arqueólogos, amantes de la historia de Roma, de las ruinas y de la ingeniería civil: todos ellos han apreciado y amado esta franja de campiña romana al sureste de la ciudad, con los restos de 6 acueductos romanos, más uno renacentista, con sus imponentes arcos geométricos interrumpidos por la redondez de las copas de los pinos marítimos. El Parque de los Acueductos se incluyó en el de la Appia Antica en 1988 para proteger un paisaje de gran valor histórico y arquitectónico. Gracias a la iniciativa de un comité cívico hoy podemos pasear entre tanta belleza, en una zona rescatada de la degradación y de los objetivos de la especulación inmobiliaria. Anio Vetus, el más antiguo A partir del año 312 a.C. y durante varios siglos, las fuentes de Roma se abastecieron de agua limpia y segura gracias a la construcción de imponentes conductos que aportaban a la ciudad recursos hídricos extraídos de los montes del Lacio. El agua del Tíber no era adecuada para satisfacer las necesidades de una ciudad cada vez más poblada: de ahí la necesidad de abastecerse de puntos más distantes, satisfecha gracias a estas impresionantes obras de ingeniería hidráulica que caracterizaron la historia del Imperio Romano. Los restos de los acueductos que desembocan en la zona son los del Anio Vetus (subterráneo, es el más antiguo y tiene una longitud de 64 km), Aqua Marcia, Tepula, Julia, Claudio y Anio Novus, que se superponen parcialmente, y Felice, construido por el papa Sixto V entre 1585 y 1590 para abastecer a algunos barrios romanos que se habían quedado sin agua debido a la decadencia de los antiguos acueductos durante la Edad Media; este último todavía se utiliza para regar los campos. El agua de los acueductos fluía en su mayor parte bajo tierra, pero cuando tenía que cruzar un valle, las tuberías debían apoyarse en arcos de mampostería. Pícnics, fuentes y bicicletas La amplia zona de 240 hectáreas del Parque de los Acueductos está cerrada al tráfico y atravesada por varios caminos que puedes recorrer a pie o en bicicleta todos los días. En la zona hay áreas de pícnic (pero está prohibido hacer barbacoas), fuentes de agua potable, un servicio de alquiler de bicicletas (abierto los domingos), así como algunos bares y restaurantes. También puedes llegar al parque desde el centro de Roma en metro, hasta la parada de Porta Furba, donde hay un punto de información, y en las siguientes, hasta Cinecittà. Si estás en Roma, haz como los romanos y visítalo al atardecer, cuando la luz rasante ilumina los arcos con una luz mágica.
Espiritualidad
Abbazia di Fossanova

Abbazia di Fossanova

La abadía de Fossanova, una joya de la arquitectura cisterciense En el Agro Pontino se encuentra uno de los monumentos religiosos más importantes de la Edad Media, la abadía de Fossanova, el primer complejo monástico cisterciense construido en Italia. También es el lugar donde murió Santo Tomás de Aquino. A pesar de su agitada historia, compuesta por periodos de decadencia, saqueos y mal uso, la abadía ha llegado hasta nosotros relativamente intacta y hoy, en su iglesia, también gracias a su buena acústica, se acogen los conciertos del Festival Pontino de música. Simplicidad y rigor La abadía de Fossanova, consagrada en 1208, es el ejemplo más antiguo de complejo monástico cisterciense construido en Italia. Se encuentra en plena campaña, al sur de la ciudad de Priverno (Latina), sobre terrazas descendientes hacia el río Amaseno. Probablemente fueron monjes venidos de Claraval, en Francia, quienes sugirieron los cánones a seguir en la construcción, para que el abad se ciñera estrictamente a las reglas de la orden monástica, que, siguiendo las indicaciones de San Bernardo de Claraval, imponían un estilo austero, sin florituras y ni siquiera obras de arte que pudieran distraer a los monjes de sus obligaciones. Fossanova es uno de los ejemplos más claros de la sencillez y la pureza de las formas que exige la espiritualidad cisterciense, que también encontramos en la cercana abadía de Casamari, en Verole (Frosinone). Hoy podemos apreciar las sobrias líneas de la fachada de la iglesia, realizada en travertino, con su hermoso portal coronado por un gran rosetón, al igual que el interior, esencial y majestuoso, con sus elegantes bóvedas de crucería sostenidas por pilares decorados con semicolumnas colgantes. La iglesia alberga la tumba vacía de Santo Tomás de Aquino, que murió aquí en 1274: su cuerpo fue trasladado a Toulouse a finales del siglo XIV, cuando la abadía ya había caído en desgracia. La pieza central del complejo es el hermoso claustro, con sus pequeños arcos sostenidos por lisas columnas dobles: de los cuatro lados, tres son románicos, mientras que el cuarto, evidentemente construido posteriormente, es gótico. Alrededor del claustro se encuentran los demás edificios del complejo: el refectorio, el dormitorio, la sala capitular, una hospedería para peregrinos, la enfermería y un pequeño cementerio. El declive de una comunidad laboriosa Durante al menos dos siglos, Fossanova fue una comunidad laboriosa y un centro de estudio, pero ya en el siglo XV comenzó su declive al ser confiada a abades comendatarios, que apenas se preocuparon de su gestión. Las tropas de Napoleón primero la saquearon y luego la cerraron, apropiándose de gran parte de sus bienes, incluido el archivo histórico. Más tarde, la estructura llegó a utilizar como recinto para búfalos hasta que, al ser vendida al príncipe Borghese, vio la sucesión de varias órdenes religiosas. Hoy en día la gestiona la Familia religiosa del Verbo Encarnado. Las vicisitudes de la abadía están documentadas en el museo alojado en la hospedería, un gran edificio que recuerda a la iglesia en su forma, y que ilustra las fases de construcción del complejo y la vida cotidiana de los monjes. Una segunda sección del museo se encuentra en el municipio de Priverno, en el palacio Valeriani-Guarini.
Theater
Teatro Regio di Parma. Photo by: Gimas  Shutterstock.com

Teatro Regio di Parma

El histórico teatro de la ópera de Parma Creado a instancias de la duquesa María Luisa de Habsburgo-Lorena, esposa de Napoleón, fue inaugurado el 16 de mayo de 1829 con Zaira, una ópera de Vincenzo Bellini. El Teatro Regio de Parma, que hoy en día se considera el hogar por excelencia de la tradición operística, es uno de los más importantes de Italia. Desde la fachada neoclásica hasta la elegancia de sus interiores adornados con estucos dorados, se llega al auditorio, el corazón del edificio, dominado por el techo pintado por Giovan Battista Borghesi, en cuyo centro cuelga el «astrolampo», una gran lámpara de araña de bronce dorado forjado por los talleres Lacarrière de París. La cortina pintada, uno de los pocos ejemplos que han sobrevivido, también es de Borghesi. Arriba, en el centro del arquitrabe del proscenio, se encuentra un reloj de «luz» que marca la hora cada cinco minutos. La cámara acústica, pintada por Giuseppe Carmignani, recoge las decoraciones de los palcos y consta de paneles telescópicos modulares para servir a las más diversas formaciones orquestales. Además de la habitual temporada de ópera, la temporada de ballet con ParmaDanza y la temporada de conciertos, el teatro ofrece cada año el Festival Verdi, con un calendario lleno de eventos y espectáculos dedicados a Giuseppe Verdi. Hay muchas actividades y realidades paralelas, desde el Regio Young, dedicado a las escuelas y a las familias, hasta el curso de formación Alta Sartoria, pasando por la Accademia Verdiana, dedicada a los nuevos talentos de la ópera. También hay interesantes visitas guiadas para descubrir la historia del teatro, su mundo y sus iniciativas.
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Teatro de la Concordia

Teatro de la Concordia

Teatro de la Concordia, pequeña perla del siglo XVIII a un paso de Perugia Una joya de arte en miniatura, la más pequeña del mundo con 99 localidades entre palcos y platea: el Teatro de la Concordia, en el corazón de Montecastello de Vibio, provincia de Perugia y cerca de Todi, en una localidad que destaca en el margen derecho del valle del Tíber. Su nombre no es casual; en el siglo XIX, época de su construcción, pretendía llamar la atención sobre los ideales de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad. Sabías que... Hay teatros más pequeños en todo el mundo. Un ejemplo es el teatro del castillo de Valvasone (PN). El de la Concordia, es el más antiguo de los que siguen en funcionamiento, un testimonio arquitectónico único del teatro italiano del siglo XVIII de estilo goldoniano. Goldoni impuso reglas estrictas para la construcción del teatro ideal, como el uso de la madera como único elemento de los escenarios y la planta en forma de campana para crear una acústica adecuada. Es el teatro histórico activo más pequeño del mundo. La Sociedad del Teatro de la Concordia, creada para gestionar el edificio, se comprometió en mantenerlo abierto y ofrecer espectáculos y visitas guiadas al público. La historia de esta pequeña maravilla En plena época napoleónica, 9 ilustres familias locales se propuso llevar el arte a todos, sin sacrificar detalles arquitectónicos y grandes artistas de la época. Así, los interiores del Teatro de la Concordia en Montecastello de Vibio son especialmente preciosos, enriquecidos por los frescos que decoran los escenarios y el techo abovedado: obra de Cesare Agretti y su hijo Luigi, de 15 años. Fue este último quien dejó su huella con sus pinturas. Celebridades y curiosidades El Teatro de la Concordia ha acogido a grandes artistas a lo largo de su historia. Como la joven soprano Antonietta Stella de Todi, que actuó aquí en 1929 y es recordada como una de las mejores intérpretes del repertorio de Verdi. Y Gina Lollobrigida, que debutó aquí como joven actriz en 1945 en Santarellina, del dramaturgo Eduardo Scarpetta. El Teatro de la Concordia de ayer a hoy En 1951 se cerró la sala y unos años más tarde se derrumbó del techo. Los habitantes de la zona consideraron que el teatro era demasiado importante para perderlo y pensaron en autoimponerse para financiar las obras de restauración, que fueron realizadas por la Región y gracias a los fondos de la UE. En 1993 se completó la restauración y hoy el teatro se utiliza también para conferencias, reuniones y bodas civiles. Del más pequeño al más grande En 1997, el teatro más pequeño del mundo se hermanó con el mayor teatro del mundo, el Teatro Farnese de Parma, con capacidad para unos 3000 espectadores. Para más información, el sitio de referencia es: www.teatropiccolo.it.
Museos y monumentos
Fortaleza Brancaleone

Fortaleza Brancaleone

Una fortaleza defensiva en el centro de Rávena Se puede llegar a ella en pocos minutos a pie desde la estación de tren de Rávena. La fortaleza Brancaleone es una poderosa fortificación que data de 1457, cuando Venecia asumió el control de la ciudad. El edificio, que revela su destino militar y defensivo, debía servir para proteger la ciudad por el lado noreste y para contener cualquier posible rebelión interna. Pasó a ser de uso civil con la Unificación italiana y, a partir de los años 70, se adaptó como teatro al aire libre para conciertos, óperas líricas, proyecciones cinematográficas y festivales, como el Ravenna Jazz Festival. La fortaleza se divide en dos partes: la fortaleza propiamente dicha, donde residía el gobernador del castillo, y la ciudadela, que albergaba a las tropas acuarteladas y que hoy está equipada como parque infantil. Sobre la entrada de la fortaleza, en la llamada Torre della Cappella (torre de la Capilla), se pueden ver dos bajorrelieves, uno con el león de san Marcos y el otro con una Virgen con el Niño. El edificio consta de ocho torreones. Concretamente son: el Torrione della Scala (torreón de la Escalera), el Torrione dell'Olio (torreón del Aceite), el Torrione della Munizione (torreón de la Munición), el Torrione della Cittadella (torreón de la Ciudadela), el Torrione di Mezzo (torreón del Medio), el Torrione dell'Orto (torreón del Huerto), el Torrione Rotto (torreón Roto) y la Torre Fiorentina (torre Florentina) o Torre della Ghiacciaia (torre de la Heladera). Se puede acceder a la fortaleza y al jardín de forma gratuita durante todo el año desde las 8:00 hasta las 00:00. Se puede llegar a pie o con las líneas de autobús 2, 3 y 5. Si prefieres desplazarte en coche, la zona cuenta con aparcamientos gratuitos y de pago.
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