Construido inicialmente como fortaleza en la Marca de Turín en el siglo XI, el castillo de Racconigi pasó a manos de los marqueses de Saluzzo y, posteriormente, de los Saboya. En el siglo XVII, con la conversión del castillo en residencia real, André Le Nôtre diseñó el jardín y Guarino Guarini llevó a cabo una renovación completa del edificio, que no llegó a finalizarse. A partir de 1755, por voluntad del Príncipe Luis de Saboya-Carignano, el arquitecto Giambattista Borra reconstruyó el castillo, añadiendo pabellones, un gran pronaos, un salón con la «logia de los músicos», una sala de Diana y los Gabinetes Chinos. No fue hasta la ascensión al trono de Carlos Alberto, príncipe de Carignano, cuando la residencia adquirió su forma actual: en 1820, Xavier Kurten rediseñó los espacios verdes, mientras que Pelagio Palagi decoró y redecoró los interiores, haciendo gala de un gusto neoclásico ecléctico, bien representado por salas como el Gabinete Etrusco. Al mismo tiempo, en los límites del parque se construyeron edificios de servicio de estilo neogótico, como el Serre y el Margaria, para gestionar de forma agrícola los terrenos del castillo. Con el traslado de la capital de Turín a Florencia (1865) y más tarde a Roma (1871), la familia real perdió gradualmente el interés por el castillo, hasta principios del siglo XX, cuando el rey Víctor Manuel III volvió a convertirlo en su lugar de vacaciones. Adquirido en 1980 por el Estado italiano, el castillo se asoma al gran Parque Real, abierto en determinados periodos. En el siglo XVII, al norte del palacio se encontraba el armonioso jardín de Le Nôtre, mientras que en el siglo XVIII, Josefina de Lorena hizo transformar parte del parque en un jardín «a la inglesa». En el siglo XIX, paralelamente a las obras de la residencia, el parque fue ampliado y transformado por Xavier Kurten, con senderos sinuosos, un lago con una pequeña isla, puentes, ruinas, una gruta, edificios pintorescos y perspectivas siempre diferentes. En la posguerra, debido a la falta de mantenimiento, el parque se encontró en un estado de abandono. Hoy, tras su restauración, se presenta a los visitantes con el mismo aspecto que Kurten le dio en el siglo XIX, con una gran variedad de especies verdes y especies animales protegidas, y acogiendo actividades y eventos culturales.