Resumen
Cuando dejó el mundo de los vivos la noche del 13 al 14 de septiembre de 1321, Dante era huésped de Guido Novello da Polenta, entonces alcalde de Rávena: sus restos fueron depositados en la basílica de San Francesco. En 1483, el humanista Bernardo Bembo, que gobernaba Rávena en nombre de Venecia, pensó en realizar una sepultura más digna para el poeta, y encargó el bajorrelieve con el retrato de Dante podemos ver en la actualidad sobre el sarcófago. Sobre el resto del diseño de esa nueva tumba, sin embargo, no se tienen noticias ciertas.
Florencia, arrepentida del tratamiento que había reservado a Dante en vida, hizo repetidamente todo lo que pudo para apropiarse de la sepultura, pero sin resultado. Con el paso de los años, además, parecía que nadie sabía dónde habían terminado los restos del poeta. No fue hasta 1865 cuando afortunadamente se encontraron sus huesos, que pudieron descansar finalmente en la tumba actual, que había permanecido vacía.
Hasta hace unas décadas, incluso los mejores guías turísticos encontraban «curioso» el alojamiento otorgado al área alrededor de la tumba en los años treinta del siglo XX, ironizando de forma educada sobre su «sabor neomedieval». La guirnalda de bronce y plata a los pies del sarcófago fue donada por el ejército italiano después de la Primera Guerra Mundial. La ampolla situada a la derecha es una ofrenda de 1908 de las ciudades juliano-dálmatas. La lámpara votiva que cuelga en el centro quema aceite de las colinas toscanas, ofrecido cada segundo domingo de septiembre por el Ayuntamiento de Florencia.
