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Destino turístico
Lacio

Monterano, ciudad de fantasmas y celuloide

4 minutos

La historia de Monterano, una ciudad abandonada que se ha convertido en un plató de cine y un destino turístico.

La ciudad según John

La ciudad según John

Decía John Steinbeck que «Una ciudad es como un animal. Tiene un sistema nervioso, una cabeza, hombros y pies'. Lo cierto es que Monterano parece hecho a medida para esta frase: se trata de un lugar feroz e inolvidable, dotado de un cuerpo centenario que muestra al cielo sus heridas pero también sus bondades. Pese a sus hombros fuertes, sus pies han demostrado ser de barro a lo largo de los siglos. Una pequeña gran ciudad que, alejada de las rutas más trilladas, parece ideal para conmocionar hasta al viajero más reacio. La llaman «ciudad fantasma», pero ¿no es toda historia de amor también una historia de fantasmas?

Por qué Monterano es una ciudad fantasma

Por qué Monterano es una ciudad fantasma

Antaño prestigioso feudo de importantes familias, Monterano es hoy un tesoro de ruinas ocultas por la vegetación que se encuentra al oeste del lago de Bracciano, en una colina de toba enclavada entre las gargantas a caballo entre los montes de la Tolfa y los montes Sabatini. Los orígenes del pueblo se remontan a la época etrusca, y conoció sucesivas dominaciones romanas y más tarde longobardas, ambas deseosas de explotar su situación estratégica. Monterano alcanzó su apogeo en la Edad Media, cuando se convirtió en uno de los asentamientos más importantes de la zona sabatina. El territorio pasó entonces de mano en mano entre familias nobles como los Anguillara, los Orsini y finalmente los Altieri, y fue gracias a un Altieri, el papa Clemente X, que Monterano adquirió un increíble prestigio y se pobló de numerosas obras arquitectónicas y escultóricas de un joven Bernini. En aquella época, Monterano era un lugar de belleza y libertad. Esta zona acogió a artistas de todas partes: en las estrechas calles la gente se saludaba, se reconocía y convivía como una comunidad. Monterano latía con vida gracias a sus habitantes y su cultura y parecía controlar completamente su propio destino. Con la muerte del Pontífice, sin embargo, comenzó una lenta e ignominiosa agonía que condujo a la pequeña aldea hacia la decadencia, acelerada primero por una epidemia de paludismo y luego por el devastador saqueo de las tropas de Napoleón. En el siglo XVIII, casi no quedaba rastro de Monterano: ni de la ciudad ni de su posible futuro

Qué ver en Monterano

Qué ver en Monterano

Leída así, la historia de Monterano parece una película: está compuesta de epopeyas, momentos de gloria y terribles derrotas que caracterizan, como cristalizados, el escenario casi irreal actual. Aquí, las obras de Bernini conviven con bosques incultos y nobles palacios que ven pastar caballos y vacas. Los melancólicos restos del pueblo que fue están rodeados de bosques de robles centenarios, donde podrás disfrutar del silencio y la tranquilidad mientras caminas hacia el alto que alberga el recinto histórico. Aquí, la primera maravilla decadente con la que uno se topa es el antiguo acueducto romano, que se asemeja a una gigantesca puerta de entrada a la ciudad; luego, a medida que se asciende hacia el núcleo de Monterano, se empiezan a vislumbrar las ruinas de lo que queda de la arquitectura antaño revestida de celebridad y esplendor, ante todo el palacio baronal Altieri, una de las obras que el genio de Bernini concibió y puso en pie y que, a pesar del ocaso que ha afectado a sus muros, sigue cargada de intenso encanto. Al borde del palacio, también puedes ver un gran león esculpido sobre una fuente original, también de Bernini, que se conoce como la Fuente Caprichosa por sus rasgos extrovertidos. El espíritu de Bernini en Monterano resuena por doquier, pues también diseñó el Convento de San Buenaventura, del siglo XVII, el edificio más conocido de Monterano, que ahora se alza anexo a una iglesia hoy cubierta de vegetación, como emblema de un panorama que infunde tanto nostalgia por el prestigio perdido como orgullo absoluto. A su alrededor, la exuberante naturaleza está salpicada por tumbas etruscas, cuevas y burbujeantes charcos de agua, testimonio de la actividad volcánica de la zona. La Reserva Natural Regional de Monterano, establecida en 1988 y sometida a diversas mejoras a lo largo de los años, en sus mil hectáreas incluye el área alrededor de las ruinas, completamente recuperada, y lo que queda de los antiguos monumentos, restaurada y asegurada. En términos naturales, es uno de los rincones más representativos e intactos de la Tuscia Romana, caracterizado por bosques de colinas, gargantas volcánicas, prados, pastos y el paso de un curso de agua, el río Mignone, incluido entre los Lugares de Interés Comunitario. Este patrimonio dialoga hoy perfectamente con quienes deciden visitarlo a través del lenguaje del silencio: aquí no hay sistemas de iluminación, ni bares, ni restaurantes.

Películas rodadas en Monterano

Películas rodadas en Monterano

Sin embargo, Monterano nos habla no solo a través de la quietud, sino también a través del lenguaje del cine, que, salpicado de visiones, sueños y deseos, ha bautizado a Monterano como escenario de numerosas películas, entre ellas la colosal «Ben Hur» (1959) y tres comedias firmadas por Mario Monicelli: «Guardie e Ladri» (1951), «Brancaleone alle Crociate» (1970) e «Il Marchese del Grillo» (1981). Ocultos entre carreras de cuadrigas, ejércitos improvisados y nobleza decadente, los espíritus de Charlton Heston, Vittorio Gassman y Alberto Sordi aún habitan en Monterano: nadie sabe dónde, pero están ahí. Querrás buscar esos fantasmas una vez que llegues e imaginar su pasado. No obstante, tendrás que hacerlo por instinto, al perderte entre reflejos y sombras porque, en palabras de Walter Benjamin: «No saber moverse por una ciudad no tiene mayor importancia. Perderse en ella, como cuando uno se pierde en un bosque, es lo verdaderamente importante para aprender».

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