Resumen

Destaca frente a la iglesia de Santa Sofía, en la plaza que se abre en el lado de Corso Garibaldi, un obelisco dedicado a principios del siglo XIX a Charles-Maurice de Talleyrand, el gran estadista francés que fue príncipe de Benevento en la época de Napoleón y la posterior Restauración. Pero la iglesia tiene un milenio más de antigüedad, además de una arquitectura realmente original: solo al entrar, y abstrayéndote para poder visualizarla, te darás cuenta de lo audaz que es la fusión que materializa su planimetría entre un hexágono y una media estrella. De manera más espontánea puedes observar la luneta esculpida sobre la portada de entrada, con sus columnas romanas, y captar el refinamiento del juego visual entre los pilares y las columnas que sostienen la cúpula. Detente a observar los restos de los frescos que adornan los ábsides derecho (escena del Evangelio) e izquierdo (historias de san Zacarías). Para los turistas más atentos, una serie de paneles al aire libre ilustra la planta de Santa Sofía y la historia de las excavaciones arqueológicas realizadas en la plaza.

Más que por su arquitectura, la iglesia está inscrita desde 2011 en la lista del patrimonio mundial de la Unesco debido a las circunstancias de su fundación. Junto con el monasterio anexo, ahora incluido en el Museo del Samnio, fue mandada construir en la segunda mitad del siglo VIII por el duque lombardo Arechis II.