Erice, ciudad de la diosa Venus
Entre las más encantadoras localidades sicilianas, Erice es como un nido de águila desde donde gozar de las grandiosas panorámicas sobre vastas áreas de la isla hasta el archipiélago de las Egadas y la costa tunecina.
Enclavada en un acantilado a 750 metros de altura, en su curioso perímetro triangular no solo conserva monumentos e iglesias medievales de gran valor, sino también un centro de arte contemporáneo y una prestigiosa institución científica.
Erice es una joya de arte y cultura con una historia milenaria que merece la pena visitar al menos una vez en la vida.
Un cofre de tesoros artísticos y arqueológicos
Antiquísimos son los orígenes de Erice, que se remontan al pueblo de los Elimi, nacido de la unión de las poblaciones locales con los exiliados troyanos.
Al margen del mito fundacional, Erice también era conocida por los romanos por un santuario construido en un escarpado acantilado dedicado al culto de la Afrodita griega y la Venus Ericina romana, diosa de la fertilidad y el amor, donde se practicaba la prostitución sagrada.
Para erradicar aquel símbolo pagano, mil años más tarde, los príncipes normandos de Altavilla mandaron construir una casa solariega, que aún hoy se llama Castillo de Venus. En su interior se puede visitar una exposición de hallazgos arqueológicos desde el periodo arcaico hasta el normando.
Desde el castillo, a través del jardín del Balio, se accede al elegante casco antiguo medieval de adoquines de piedra que parece una alfombra y callejones muy estrechos, pues el espacio dentro de las murallas siempre ha sido escaso. Aquí hay que ver la iglesia de San Juan Bautista, con su cúpula redonda y portal gótico normando; el museo Antonino Cordici en el antiguo convento de San Francisco donde, entre los hallazgos de la necrópolis de Ericina, se expone una cabeza de Afrodita del siglo IV a. C.; así como el museo de arte contemporáneo La Salerniana en el antiguo convento de San Carlos.
Continuando hacia la plaza Umberto, encontramos el Centro para la cultura científica Majorana, en el antiguo monasterio de San Pedro, que cada año acoge simposios y congresos dedicados a diversas disciplinas científicas.
Hacia Porta Trapani se abre la elegante plaza Matrice con la Catedral de Erice del siglo XIV, con pronaos y portal gótico, y en el interior majestuosas naves con arcos de ojiva. Las nueve cruces griegas de mármol en la pared sur se colocaron en 1685 y provienen del templo de Venus cuyo culto se cree que todavía se practicaba hasta entonces.
Al otro lado de la Porta del Carmine, a lo largo de la Via dell'Addolorata, llegamos al llamado Barrio Español, que no es un verdadero barrio, sino un edificio que debía albergar a las tropas españolas, pero que quedó inacabado. Hoy alberga exposiciones permanentes sobre Erice y el territorio. Desde su terraza, las vistas te dejarán sin aliento.
Senderismo en el monte Erice
La amenidad del lugar es tal que desearás explorar el territorio del monte Erice. Para ello, existen los senderos del Agro ericino, varias rutas de senderismo que parten, en su mayoría, de la llegada del funicular de Trapani, para cruzar el bosque estatal o explorar las tres iglesias rupestres repartidas por la montaña. En lo alto de Erice, también hay un refugio del CAI al que se puede ir para explorar la zona e ir al monte Cofano y a San Vito Lo Capo.
Genoveses y fruta martorana: descubre los dulces de la tradición
Si el paseo te ha abierto el apetito, a Erice no le faltan las pastelerías donde reponer fuerzas. La ciudad cuenta con una gran tradición de dulces, cuyas recetas se dice que fueron transmitidas por las monjas de los monasterios de clausura de Erice.
Los más típicos son el genovés, un bocado de pasta corta relleno de crema que se come aún caliente; los mustazzoli, galletas aromáticas duras y crujientes; los ripostetti, rellenos de conserva de cidra y decorados con glaseado de color pastel; los bocados de almendra; los cuaresmales; así como la fruta martorana.
Las pastelerías más famosas son las de Maria Grammatico, que organiza cursos de cocina, y la San Carlo, ambas en el centro histórico. Los dulces van bien con una copa de Marsala dulce de los viñedos cultivados justo debajo del monte Erice.