Resumen
Si hay en el mundo una patria del mármol, de las muchas que se pueden encontrar por diversos motivos, esa patria es Carrara. Hasta aquí, a los Apuanos, venía Miguel Ángel para buscar y encontrar su materia prima. No habría que añadir nada más, salvo que la ciudad aparece citada en documentos de hace más de mil años. Sin embargo, la visita de los turistas se circunscribe solo a los lugares de las canteras, a partir de la cercana Colonnata. En cambio, el centro histórico debería merecer una mayor consideración (aunque sea en parte moderno, debido a los bombardeos de 1945), especialmente por la catedral de Sant'Andrea, una notable construcción románico-gótica fundamentalmente del siglo XIV. Su arquitectura recuerda a la de las mejores iglesias de Pisa, mientras que a lo largo de las naves hay grupos escultóricos de mármol y restos de frescos de los siglos XIII al XVI, además de un crucificado sobre tabla del siglo XIV, situado en el altar mayor, y dos estatuas de la Anunciación. Es inevitable observar los elaborados relieves del púlpito, sin dejar de prestar atención al hecho de que su escalera está realizada a partir de un único bloque de mármol. No muy lejos puedes sentarte en las mesas de Piazza Alberica, un rectángulo amplio y acogedor con un monumento a María Beatriz de Este situado en el centro: entre los siglos XVIII y XIX fue la última princesa de Carrara, una rara excepción a la ley milenaria que, en toda Europa, a excepción de las islas británicas, impedía a las mujeres ser soberanas. Algo más lejos del centro, en Via Canal del Rio, en el mudaC, Museo delle Arti Carrara, se exhiben obras de reconocidos artistas italianos e internacionales que han trabajado en Carrara desde mediados del siglo XX. Al llegar a la ciudad, lo mejor es averiguar qué muestra temporal se está celebrando, porque suele haber interesantes exposiciones.
