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Enogastronomía
UMBRÍA

Historia de la trufa

No se cultiva y no se puede reproducir: el encanto de la trufa está en su misterio.

1 minuto

Se encuentra en el sotobosque: su hábitat natural está cerca de las raíces de los árboles. Los babilonios, que la buscaban por la arena de los desiertos, ya la conocían desde la Antigüedad. A los griegos y a los romanos también les gustaba, hasta tal punto que le atribuían cualidades divinas, al considerarla producto de la rabia del rey de los dioses, Júpiter, quien la habría creado al lanzar un rayo cerca de un roble. Precisamente por esta historia, se creía que la trufa tenía propiedades afrodisíacas.

Nociones de historia

Nociones de historia

Umbría siempre ha sido una tierra de trufas: esta «joya aromática» se llamaba «tartùfro» y su uso y conocimiento se expandió por toda la península.

Sin embargo, con la llegada de la Edad Media, el interés por la trufa disminuyó considerablemente, ya que se creía que era venenosa o que era comida de brujas.

Durante el Renacimiento, con la consolidación de la cultura del gusto y del arte culinario, se revalorizó hasta considerarse un ingrediente principal de la cocina de los señores de la época. En 1564, el médico de Umbría Alfonso Ceccarelli escribió la primera monografía sobre la trufa, el «Opuscolum de Tuberibus», en la que recogió las contribuciones de naturalistas griegos y romanos y varias curiosidades históricas.

La reina de la mesa

La reina de la mesa

Su notoriedad no se detuvo y con el tiempo reforzó su fama de princesa de la mesa. Basta con pensar que la tradición de usar un perro para encontrarla parece que surgió precisamente en el siglo XVIII, como divertimento de la corte. En su larga historia, varios personajes famosos la han apreciado, como el conde Camillo Benso de Cavour, que la usaba como medio diplomático en su actividad política, o «lord» Byron, quien la tenía sobre el escritorio para que avivase su imaginación con su intenso aroma. Aún hoy se conserva en el museo del Teatro Lirico Sperimentale de Spoleto la misiva con la que, en 1868, Gioachino Rossini, que vivía en París, solicitaba trufas a un comerciante de Spoleto.

 

Contenido elaborado con información proporcionada por el colaborador Región de Umbría

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