Resumen
Pasado y presente, mitología y tradición cristiana se mezclan en Ortigia. Aquí, en el antiguo corazón de Siracusa, en el año 480 a. C., el tirano Gelón hizo construir un templo dedicado a la diosa Atenea como símbolo de agradecimiento por la victoria en la batalla contra Cartago. Del Athenaion también habló Cicerón, quien describió el escudo dorado colocado en el frontón que indicaba el camino a los navegantes cuando se acercaban a la ciudad.
La segunda vida del templo de Atenea empezó con la llegada del cristianismo. Se dice que el propio san Pablo vino aquí a predicar, en el año 61 d. C. En el siglo VII, el obispo Zósimo lo transformó en una iglesia dedicada a la Natividad de María. Hoy en día, es oficialmente la catedral metropolitana de la Natività di Maria Santissima o catedral de Siracusa.
En el lado exterior de la iglesia, observa las columnas dóricas, dejadas intactas por los bizantinos que amurallaron los espacios entre un pilar y otro. El resultado es una espléndida mezcla de lo antiguo y lo moderno. El aspecto imponente y barroco de la fachada se remonta al siglo XVIII. La escalera, las estatuas y, sobre todo, las colosales columnas harán que sientas que estás ante una obra verdaderamente divina. La piedra blanca, en la misma tonalidad del pavimento de la inmensa plaza, refleja la luz del sol y da a este templo-catedral un aspecto etéreo.