Norcia - Cascia
Nursia, antigua ciudad sabina y más tarde romana, conserva numerosos testimonios artísticos e históricos relacionados con la vida de San Benito, que nació aquí alrededor del año 480. La basílica parece haberse construido sobre los restos de la casa natal del santo o, más probablemente, en el mismo lugar donde se encontraba una basílica de época romana. En cualquier caso, la construcción original se remonta al siglo XII.
Visitar los lugares sugerentes y ricos en historia de este pueblo significa sumergirse en un pasado que no deja de comunicarse con el presente. ¿Qué no te puedes perder?: la iglesia de Santa Escolástica, que se remonta al año 580; la catedral de Santa María Argentea, construida sobre un templo pagano preexistente dedicado a la diosa Fortuna Argentea; la fortaleza de la Castellina y las Marcite, praderas perennes regadas por los benedictinos aprovechando los manantiales a temperatura constante.
No muy lejos del centro se pueden ver, además, las ruinas de la iglesia de la Madonna della Neve, construida sobre diseños de Bramante.
El camino serpentea entre campos y bosques, donde cobran vida los manjares de una cocina hecha de legumbres, trufas, aceite de oliva virgen extra y muchos otros productos genuinos.
Cascia – Monteleone di Spoleto
17,9 km
Casia es la ciudad de Santa Rita. Su Rocca y la iglesia de Sant'Agostino, del siglo XIV, construida sobre un oratorio eremítico, dan testimonio de su pasado medieval. Debajo de la Rocca se encuentra la basílica de Santa Rita, el corazón de la ciudad.
Es obligatoria una visita a Roccaporena, una aldea no muy lejos de Cascia, y al Scoglio Sacro, donde, como manda la tradición, parece ser que Rita subía, a través de un sendero escarpado, para rezar y sentirse más cerca de Dios. El camino, hoy sin duda más practicable, llega a una pequeña capilla construida en 1919, que encierra el espolón de roca sobre el que Rita rezaba.
Al dejar atrás Cascia, el camino gana en altura y los campos cultivados dan paso a frondosos bosques y extensos pastos que aportan un sabor de montaña a los numerosos quesos que todavía se producen artesanalmente.
Monteleone di Spoleto – Leonessa
El pueblo de Monteleone di Spoleto se encuentra dentro del Parque Natural Coscerno-Aspra. De hecho, el pueblo está rodeado por un paisaje salvaje y rústico. No te puedes perder la iglesia de San Francisco, que conserva, en su planta subterránea, obras de arte realmente importantes: además de una estatua de madera de san Antonio Abad, podrás observar un fresco de principios del siglo XV que representa a la Madonna del Voto y el altar barroco dedicado a san Felice. La joya de Monteleone se encuentra en el museo. Se trata de una biga, un carro de desfile, producido en talleres etruscos alrededor del año 540 a. C. y que hoy en día es la pieza más prestigiosa de la colección etrusca del Museo Metropolitano de Nueva York. En Monteleone di Spoleto se puede visitar una copia a tamaño real del carro realizada por la fundición de Giacomo Manzù.
En el camino que nos lleva a Leonessa cruzamos la frontera entre Umbría y el Lacio; nos guiará el Terminillo, que, con sus hayas, sirve de refugio al oso marsicano. En el valle, las floraciones más variadas, alimento para las abejas que dan una preciada miel, se intercalan con las hileras ordenadas de los cultivos de la típica patata de Leonessa.
Leonessa – Poggio Bustone
Situada en las laderas del monte Tilia, Leonessa se fundó en 1278 tras la unión de varios castillos que ya existían en la zona. Aquí podemos encontrar algunos testimonios de su historia medieval, como las dos antiguas puertas de acceso, la Porta Aquilana, que data del siglo XIII, y la Porta Spoletina, del siglo XIV. Las puertas, junto con la Torre Angioina y algunas ruinas de las murallas, son todo lo que queda del sistema defensivo original de la localidad. De antiguos orígenes y remodelada en el siglo XII, la Fonte della Ripa era el único recurso hídrico de Leonessa. Sus aguas provienen del manantial de la Rocca.
Se trata de la etapa más montañosa de todo el camino. Transcurre a altitudes que oscilan entre los 900 y los 1500 m. El recorrido se encuentra casi en su totalidad dentro de un extenso hayedo de importancia histórica, ya que por su interior pasaba la frontera entre el Estado de la Iglesia y el Reino de las Dos Sicilias.
Poggio Bustone – Rieti
Poggio Bustone, aferrado a una colina en la parte más verde del Lacio, domina desde lo alto de su posición la llanura de Rieti. Es conocido por ser el lugar de nacimiento de Lucio Battisti, por la producción del excelente «porchetta» local, pero sobre todo por el santuario de San Francisco. El convento, fundado en 1208 precisamente por el santo, aún muestra su aspecto medieval. Junto al claustro se encuentra el acceso a la ermita que conduce al lugar donde san Francisco solía recogerse en oración, y desde la plaza situada frente al santuario, un sendero asciende por la montaña y conduce a la Gruta de las Revelaciones, donde san Francisco recibió la visión de un ángel.
En estas dos etapas, el camino de San Benito cruza los caminos franciscanos.
Bajando hacia Rieti, el paisaje montañoso del Terminillo desciende hacia una llanura rica en agua. Allí podrás admirar campos de girasol y extensos cultivos de trigo «Rieti originario» que enriquece la cocina local con todo tipo de pastas y postres.
Rieti – Rocca Sinibalda
Rodeada en parte por las poderosas murallas medievales, Rieti acoge y protege al visitante. Reconocida como el centro de Italia, conserva numerosos monumentos y lugares de interés. La catedral de Santa Maria Assunta se erigió entre los siglos XII y XIII y te fascinará por la sencillez del exterior, realizado en estilo románico, pero también por la decoración barroca del interior. En las diversas capillas encontramos numerosas obras escultóricas realizadas por importantes artistas, entre ellos Gian Lorenzo Bernini, y una rica colección de maravillosas pinturas.
No menos importantes son la basílica menor de Sant’Agostino, la iglesia de San Domenico, la iglesia de San Francisco, así como imponentes obras civiles como el Teatro Flavio Vespasiano, el palacio episcopal, el ayuntamiento y numerosos otros estupendos palacios.
Si hay que disfrutar de la belleza, debemos disfrutarla a fondo: los edificios antiguos son el telón de fondo de una fascinante visita a las zonas subterráneas de la ciudad.
Tras dejar la llanura reatina, caminamos a lo largo del valle del río Turano hasta llegar a Rocca Sinibalda.
Rocca Sinibalda – Castel di Tora
Rocca Sinibalda destaca desde lejos con su castillo, que data de 1085. Reconstruido como fortaleza por el arquitecto Baldassarre Peruzzi, fue decorado con frescos que suavizaron el aspecto espartano; clasificado en 1928 como monumento nacional, en los años cincuenta pasó a ser propiedad de la escritora estadounidense Caresse Crosby, que lo utilizó como lugar de encuentro de artistas. Toda la mansión fue restaurada y reabierta en abril de 2014.
Si seguimos subiendo por el valle del río Turano llegaremos al lago del mismo nombre y desde aquí podremos alcanzar Castel di Tora.
Castel di Tora – Orvinio
El pueblo de Castel di Tora se encuentra a orillas del lago artificial del Turano, rodeado por un paisaje de una belleza excepcional. El lago es el centro de la vida local: se trata de la atracción principal con numerosas actividades culturales, deportivas y turísticas.
Visitar Castel di Tora significa sumergirse en la Edad Media. Los restos del castillo del siglo XI, la iglesia de San Juan Evangelista y las empinadas calles salpicadas de arcos, pasajes, escaleras y cuevas.
Esta etapa, bastante exigente pero extraordinaria desde el punto de vista paisajístico, atraviesa un paisaje virgen donde los signos de una trabajosa agricultura nos conducen hacia Orvinio. Los aromas de las retamas y del tomillo nos acompañan a lo largo de las crestas de los montes y los centenarios castaños. Tras cruzar el pequeño pueblo de Pozzaglia Sabina, descendiendo por una cresta amplia y muy empinada, nos dirigimos hacia Orvinio. A lo largo del cómodo camino de tierra nos encontramos con la fascinante abadía de Santa María del Piano, casi completamente en ruinas, con su bellísimo campanario aún intacto.
Una última subida nos conduce hasta Orvinio, pintoresco y rico en historia, que nos acoge con la fragancia de su pan recién horneado.
Orvinio – Mandela
En la parte alta del pueblo, la iglesia de Santa Maria dei Raccomandati, erigida en la segunda mitad del siglo XVI, alberga obras de los pintores Ascanio y Vincenzo Manenti, oriundos del municipio.
Otras obras de Manenti embellecen la iglesia de San Giacomo, diseñada por Gian Lorenzo Bernini en forma octogonal y que data de 1612.
Desde Orvinio, el camino atraviesa una elevada mesta que luego desciende, a través del valle Ustica, hacia el valle del Aniene. En el camino nos encontramos con Percile y Licenza, donde el poeta latino Quinto Horacio Flacco quiso construir su espléndida villa de campo. En este punto, el camino pasa por el interior del Parque de los montes Lucretili, con sus entornos vírgenes y su rica fauna. En Civitella di Licenza, el Museo del Águila Real nos permite conocer los hábitos de esta espléndida ave rapaz que anida en las alturas del monte Pellecchia.
Mandela – Subiaco
Mandela es un pequeño pueblo que tiene sus orígenes en el siglo XIII gracias a la unión de los dos núcleos de Cantalupo y Burdella por parte de la familia Orsini. Resulta muy interesante la iglesia de San Vicente, gracias en parte a los monumentos funerarios de la familia Bonaparte y Del Gallo.
Bajando por la carretera provincial que conduce a la via Tiburtina, llegamos al convento de San Cosimato de Vicovaro, un lugar importante para la vida de San Benito.
Si bajas las escaleras frente a la entrada de la iglesia, podrás observar la particularidad y la belleza del complejo rocoso: al final de la escalera excavada en la roca, llegarás a la capilla rupestre dedicada a san Miguel Arcángel, donde se produjo el intento de envenenamiento de san Benito; frescos de Rosati de finales del siglo XVII decoran su interior. Se puede llegar a otro complejo de cuevas desde el jardín de la parte trasera del convento: una pequeña gruta, que se cree que era la celda de San Benito, se transformó en una capilla rupestre. De hecho, los dos complejos rupestres, aunque ya no se comunican, no han perdido su singularidad ni han visto alterado en lo más mínimo su encanto naturalista y su intensa carga espiritual y mística.
El camino deja el valle del Aniene para adentrarse en el valle del Giovenzano que, con sus verdes prados encajonados entre dos cadenas de montes, pasa por Gerano y, tras cruzar el monte pasando por Canterano, desciende al alto valle del Aniene para llegar a Subiaco.
Subiaco – Trevi nel Lazio
Sublacum (bajo el lago) es el nombre que delata el origen de este pueblo, cuna del monaquismo benedictino, situado en el parque natural de los montes Simbruinos. De hecho, fue Nerón quien decidió construir aquí una villa, de cuyo lago tomó el nombre la ciudad.
Lugar salvaje y de gran atractivo, algunos siglos después atrajo también al joven Benito, que en este territorio encontró descanso y fundó trece monasterios.
No muy lejos se sitúa el monasterio de Santa Escolástica: considerado el más antiguo de los monasterios benedictinos, puede calificarse de tesoro de arte y conocimiento. Los edificios que lo componen oscilan, tanto en su forma como en su decoración, entre los estilos más variados: desde el campanario románico hasta el claustro cosmatesco y la iglesia del siglo XVIII.
Otro récord importante es la instalación de la primera tipografía italiana por parte de dos clérigos alemanes en 1465, que enriqueció la ya abundantísima biblioteca monástica.
En lo alto del centro histórico de Subiaco encontramos la Rocca Abbaziale. De origen medieval, pero ampliamente transformada entre los siglos XVI y XVII, vio nacer a Lucrecia Borgia. A los pies del pueblo, llama nuestra atención el puente medieval de San Francisco, que conduce a la iglesia del mismo nombre de 1327, con altares de madera y valiosas pinturas de los siglos XV y XVI.
En el siglo XVIII, Subiaco vivió una edad dorada: de hecho, Giovannangelo Braschi, abad comendador de Subiaco, se convirtió en papa bajo el nombre de Pío VI. A él se le atribuye el fervor artístico que invadió la ciudad.
Siguiendo el ascenso del valle del Aniene, el recorrido se adentra cada vez más en el parque de los montes Simbruinos para llegar hasta Trevi nel Lazio.
Trevi nel Lacio – Collepardo
Los orígenes de Trevi nel Lazio se deben al antiguo pueblo de los ecuos, que resistió durante mucho tiempo a la dominación romana, también gracias a las poderosas murallas pelásgicas que dan testimonio de su ingenio constructivo y militar.
Al visitar este pintoresco pueblo de aspecto típicamente medieval, se pueden admirar algunos de los tesoros artísticos y arquitectónicos, como la colegiata de Santa Maria Assunta, que data de 1200.
También es interesante el oratorio de San Pedro, que consta de una sola nave con bóveda de cañón: la iglesia fue construida en 1685, en el lugar donde se creía que había muerto el santo patrón del pueblo. En su interior conserva un grupo escultórico de mármol del siglo XVIII que representa la muerte del santo de Trevi.
Uno de los testimonios históricos más importantes de Trevi nel Lazio es el castillo Caetani, situado en la parte más alta y antigua del municipio.
Siguiendo el camino pasaremos de los montes Simbruinos a los Hérnicos, a través de pueblos de montaña donde el tiempo parece haberse detenido. La primera parte del recorrido es un fascinante sendero que recorre una antigua vía de comunicación y podemos admirar un espléndido arco romano en medio del bosque.
Collepardo – Casamari
El pequeño pueblo de Collepardo es uno de los núcleos más pintorescos de Ciociaria.
Su territorio, rico en belleza artística y, sobre todo, natural, atrae a los turistas en busca de paisajes vírgenes. Ya habitado por el pueblo de los Hérnicos, este territorio áspero y solitario atrajo a diferentes comunidades de monjes y ermitaños solos que realizaron sus retiros espirituales aquí.
Te esperan las visitas a iglesia del Santísimo Salvador, la iglesia de la Consolación, la adyacente iglesia de San Rocco y la iglesia de la Santísima Trinidad y, a poca distancia del centro urbano, podrás visitar las cuevas de los Bambocci o cuevas de la reina Margarita (en honor a la visita de la soberana en 1904). El espectáculo que ofrecen las estalactitas y estalagmitas es realmente fascinante.
Al retomar el camino, nos encontramos con la espléndida cartuja de Trisulti. Desde aquí, emprenderemos un hermoso sendero de montaña entre imponentes bosques, prados y amplias vistas, hacia el valle del río Liri, que nos acompañará hasta el final del camino. Aquí encontramos una auténtica joya, uno de los rarísimos ejemplos en Italia de «gótico cisterciense»: la abadía de Casamari.
Casamari – Arpino
Cerca del río Amaseno se encuentra la imponente abadía de Casamari. Fundada por los monjes benedictinos en el siglo XI, a principios del siglo XIII pasó a la orden monástica cisterciense, que modernizó y amplió su estructura. Hoy en día es, junto con Fossanova, uno de los monumentos más notables de la arquitectura gótico-cistercense que permanecen intactos.
Entre las esculturas del coro de madera, destaca la figura de un pequeño cisne de madera tallándose el pecho con el pico. En el bisel del Portal de los Conversos se representa el emblema del Árbol de la Vida flanqueado por dos cruces templarias. Una peculiaridad de la arquitectura cisterciense es la casi ausencia de elementos decorativos, destinados a no distraer de la oración al fiel. A pesar de esto, en uno de los capiteles del claustro, se encuentran reproducidos tres rostros que representan a Federico II de Suabia, su canciller Pier delle Vigne, y quizás a Gioacchino da Fiore, que ponen de manifiesto las estrechas relaciones entre el emperador y los monjes cistercienses.
Desde Casamari, por caminos de tierra entre los campos, llegamos a la isla de Liri. La agradable ciudad se extiende sobre una isla formada por la poderosa cascada del río. Reanudado el camino, poco después nos espera la maravillosa abadía de Santo Domingo, un estupendo complejo monástico fundado en 1011 por Santo Domingo de Sora sobre las ruinas de la villa natal de Marco Tullio Cicerón. El recorrido continúa en subida entre escarpados olivares hasta Arpino.
Arpino – Roccasecca
Arpino se eleva a 450 metros de altura y alberga en su interior importantes palacios históricos y valiosas iglesias. Entre los primeros, podemos mencionar el Palazzo del Cavalier d'Arpino y el Palazzo Municipale. También es notable el castillo Ladislao, construido en 1269 por Ladislao D’Angiò Durazzo, que ahora se presenta con la apariencia de un palacio.
Construida sobre un antiquísimo templo pagano, la iglesia de San Miguel Arcángel se remonta en sus formas a la reconstrucción de los siglos XVIII y XIX. Es verdaderamente interesante la iglesia de la Virgen de Loreto, caracterizada por su planta de forma octogonal.
Restos de un pasado lejano, las murallas ciclópeas con su majestuosidad dan testimonio del orgullo y el ingenio de las poblaciones itálicas que vivían en estos lugares.
En una etapa de gran belleza desde el punto de vista histórico-artístico y naturalista, el camino atraviesa las gargantas del Melfa y se encamina hacia una naturaleza salvaje y primordial.
Roccasecca – Montecassino
Desde su posición de vigía, Roccasecca domina el valle del Liri y el valle del Melfa, punto estratégico tanto para el comercio como para las operaciones militares.
Además de la iglesia de Santo Tomás, situada justo debajo de la colina donde se encuentra la antigua ciudad, está la iglesia barroca de Santa Maria Assunta, que conserva en su interior varias obras de gran valor. También encontramos la iglesia y el convento de San Francisco, el palacio Boncompagni y la iglesia de Santa Margarita, también de estilo barroco.
Entre los monumentos más importantes no podemos dejar de mencionar la iglesia de Santa Maria delle Grazie, que conserva un antiquísimo fresco procedente de la iglesia rupestre de Sant’Angelo, y la iglesia de San Pietro a Campea, que se alza sobre las ruinas de lo que fue la villa de Giovenale, poeta latino nacido en la cercana Aquino.
A solo un par de kilómetros de Roccasecca se encuentra el pequeño pueblo de Caprile, con la iglesia de Santa Maria delle Grazie y la ermita rupestre de Sant’Angelo in Asprano. Desde el sendero, donde podrás disfrutar de una vista impresionante del valle del Liri, continuamos hacia el bonito pueblo de Castrocielo, en una posición aún más elevada sobre el valle, y nos encaminamos hacia el último tramo del recorrido, el que nos llevará a Montecassino, etapa también de las vías Francigenas del Sur.
La abadía de Montecassino, como el fénix, siempre renace de sus cenizas
La abadía de Montecassino es uno de los lugares de culto más importantes del Lacio y de Italia y puede definirse como la cuna del monaquismo occidental. Fue fundada en 529 por San Benito de Nursia en una zona donde en tiempos pasados había una antigua torre y un templo dedicado a Apolo. Se encuentra en una colina a 519 metros de altura.
A lo largo de su historia ha experimentado numerosas destrucciones, saqueos, terremotos y reconstrucciones posteriores. Fue precisamente San Benito quien eligió esta montaña para construir un monasterio que lo acogiese a él y a los monjes que lo seguían desde Subiaco.
Benito transformó un lugar perdido y aislado en un monasterio cristiano bien estructurado donde cada uno podía tener la dignidad que merecía a través del trabajo y la oración. En 577, los lombardos invadieron el complejo benedictino y los monjes se vieron obligados a abandonar la abadía, por lo que llevó consigo los restos de san Benito. Primero se refugiaron en Roma y más tarde en la comunidad de San Colombano. Los sarracenos destruyeron la abadía en 883, pero el papa Agapito II mandó reconstruirla en 949.
El terremoto de 1349 destruyó de nuevo el complejo monástico que, reconstruido en 1366, adquirió en el siglo XVII el aspecto típico del barroco napolitano.
Mucho más grave fue la destrucción sufrida en la Segunda Guerra Mundial, y más en concreto el 18 de febrero de 1944: un ataque de las fuerzas aliadas arrasó toda la abadía y, como por milagro, solo la estatua de san Benito salió ilesa, permaneciendo en pie hasta el final.
A lo largo de la Edad Media, Montecassino fue un ferviente centro cultural gracias a la clarividencia de sus abades y al trabajo de sus amanuenses.
Después del desastroso bombardeo, toda la estructura fue reconstruida con una restauración larga y cuidadosa y se considera un verdadero símbolo de la reconstrucción de la posguerra italiana.