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Arte y cultura
Itinerario por Siracusa, en Sicilia

En Siracusa tras las huellas de los griegos

Tipología
ruta a pie
Duración
2 días
Número de etapas
5
Dificultad
Fácil

El corazón de la Sicilia griega es Siracusa, que se encuentra en la zona oriental de la isla, donde resuenan los ecos de la civilización helénica. Sobre el telón de fondo del mar Jónico se alza al norte el cono volcánico del Etna, mientras que los montes Ibleos se sitúan detrás de la ciudad, que se divide entre la «tierra firme» y la isla de Ortigia, «la roca», como los siracusanos llaman a esta franja de tierra de apenas un kilómetro cuadrado, conectada por dos puentes y a la que se puede llegar cómodamente a pie.

Para tener una vista general de la ciudad, se recomienda subir a la meseta de Epípolas, en el barrio de Belvedere, donde se pueden admirar los restos del castillo Euríalo, y desde aquí comenzar el descenso para adentrarse en la zona en la que se encuentra la mayor concentración de monumentos clásicos de la ciudad griega y romana, el Parque Arqueológico de Neapolis. Aquí te maravillarán los restos del impresionante teatro griego, del anfiteatro romano y del Museo Arqueológico, uno de los más importantes de Europa. La piedra utilizada para los monumentos proviene de las canteras cercanas, las latomías, donde se encuentra la cueva artificial conocida como Oreja de Dionisio, por el extraordinario efecto acústico que ha alimentado mitos y leyendas. Se pueden escuchar a distancia incluso pequeños susurros. A partir de aquí, nos adentramos en la parte este de la ciudad para descubrir la más profunda y antigua de las canteras de Siracusa: la latomía dei Cappuccini (Capuchinos). Al pasar de «tierra firme» a la isla de Ortigia, dos lugares en especial explican el vínculo de los orígenes de la ciudad con la antigua Grecia: el templo de Apolo y la fuente de Aretusa, ubicada esta última en una posición estratégica del paseo marítimo para presenciar la encantadora puesta de sol, una de las más bellas que jamás verás.

Castillo de Euríalo

Castillo de Euríalo

A unos ocho kilómetros del centro de Siracusa, en el punto más alto de la meseta de Epípolas, en el barrio de Belvedere, se encuentra el castillo Euríalo, en uno de los puntos paisajísticos más espectaculares y, al mismo tiempo, que mejor permiten contextualizar la historia de la ciudad con una perspectiva general. De hecho, desde aquí se puede apreciar la extensión de la Siracusa griega y, a la vez, contemplar uno de los panoramas más bellos de Sicilia. La fortaleza fue construida a principios del siglo IV a. C. por Dionisio I el Viejo, y desempeñó eficazmente su función defensiva hasta la caída de Siracusa bajo el dominio de los romanos. Es digno de mención el sistema de defensa organizado en fosos, que tenían la misión de ralentizar los asaltos enemigos y ofrecer diferentes rutas de escape a los soldados.

La posición estratégica y la estructura arquitectónica, que seguía cánones innovadores en el momento de su construcción, lo convierten en una joya de la ingeniería militar. Para poder orientarse en la vasta red de ruinas, que se extienden por una hectárea y media, es necesario llevar un mapa. Sin duda, vale la pena profundizar en la historia del castillo Euríalo. Constituido originalmente por un único bloque en forma de proa de barco, aparece hoy dividido en dos partes: una rectangular, al oeste, y una trapezoidal, al este. Las dos partes están separadas por un muro construido por los bizantinos para utilizar solo la mitad cuadrangular de la fortaleza.

La fachada oeste presenta varios elementos defensivos: un fortín avanzado, antiguamente conectado al castillo por un poderoso puente levadizo de 15 metros, del que apenas son visibles los pilares; y cinco torres, sobre las que se encontraban las plataformas para las catapultas. La mitad este del castillo, de forma trapezoidal, donde antaño se encontraban las tres cisternas que servían para el abastecimiento de agua de la ciudad, está conectada a las murallas de Dionisio; aquí la fortaleza se abre a la ciudad.

El Teatro Griego

El Teatro Griego

Máxima expresión de la arquitectura teatral y de la técnica escénica de época griega que ha llegado hasta nosotros, tiene su origen en la ampliación que Hierón II mandó realizar, en el siglo III a. C., de un teatro anterior que data del siglo V a. C. Además de para los espectáculos, se utilizaba para las asambleas del pueblo. Excavado en la roca de la colina Temenita, el teatro está orientado hacia el mar y ofrecía un maravilloso panorama a los espectadores que se sentaban en la parte alta de las gradas (de la que, al no estar esculpida sino edificada en bloques, ya no queda rastro). La cávea, que originalmente constaba de 67 órdenes de escalones, divididos en ocho «gajos» por escaleras de servicio (quedan 46), está cortada horizontalmente a media altura por un amplio pasaje abierto, en cuya pared norte están grabados los nombres de algunas deidades y altas personalidades a las que se dedicaban los diversos sectores.

Las zonas de la platea (orquesta) y de la escena, tal como aparecen hoy en día, son el resultado de las transformaciones realizadas en época romana para adaptar el teatro a otro tipo de espectáculos. El abandono de la estructura comenzó con las invasiones de los vándalos y de los godos, en el año 440, y culminó con su destrucción parcial en 1526, cuando Carlos V dispuso que los mármoles del revestimiento fueran retirados y destinados a la construcción de las fortificaciones de Ortigia. La cávea del teatro está dominada por una terraza rectangular tallada en la roca, de la que sobresalían dos largos pórticos que ofrecían refugio en caso de lluvia.

En el centro de la pared hay una gran cueva artificial con una fachada labrada, de cuyo centro surgía un acueducto que alimentaba una fuente. Se cree que la cueva, en la que se han encontrado algunas estatuas que representan a las musas, hoy expuestas en el Museo Arqueológico Regional Paolo Orsi, era un mouseion, sede de la corporación de actores. La pared rocosa de la terraza está cubierta de pequeños nichos rectangulares, utilizados para el culto a los héroes, con tablillas votivas (pínakes) y pequeñas cuevas en la roca que albergan tumbas de época bizantina.

Cada año, entre mayo y junio, el teatro griego de Siracusa recupera su función original, al acoger una prestigiosa cita teatral, comisariada y organizada, desde 1914, por el Instituto Nacional del Drama Antiguo. Sentados en las antiguas gradas de piedra, los espectadores quedan fascinados por el encanto atemporal y la belleza del lugar, y viven la emoción de dejarse llevar a lo largo de los siglos, guiados por las palabras que resuenan entre las viejas piedras y envueltos en las ambientaciones de época de las tragedias y las comedias de Esquilo, Sófocles, Eurípides, Séneca y Aristóteles, reinterpretadas por directores y actores de gran fama y excelencia.

Latomias y Oreja de Dionisio

Latomias y Oreja de Dionisio

Las antiquísimas canteras de piedra, de las que desde la época griega se extraían los bloques de caliza de color blanco grisáceo utilizados para construir los edificios y las murallas, le han dado a la ciudad su inconfundible luminosidad. Las canteras, que en su momento fueron cuevas oscuras, quedaron expuestas tras los diversos colapsos provocados por los terremotos; el sol y la humedad las han revestido de una exuberante vegetación. Las blancas paredes de piedra caliza, erosionadas en formas extrañas, están así adornadas por jardines de cítricos, inmensos ficus, magnolios y delicados culantrillos.

Dentro del área arqueológica, debes visitar la evocadora latomía del Paradiso, un grupo de canteras conocido, sobre todo, por la presencia de la llamada Oreja de Dionisio, por su forma característica similar al órgano auditivo humano. La cercana cueva de los Cordari es una vasta cavidad artificial sostenida por pilares excavados en la roca.

A la cueva del Salnitro, que tiene la entrada cubierta por una gigantesca piedra, y a la latomía de la Intagliatella, de altas paredes de roca, les sigue la latomía de Santa Venera, de menor tamaño y transformada en un exuberante jardín que se desarrolla en torno a un majestuoso ficus de las pagodas. Las paredes tiene tallados nichos que están relacionados con el culto a los héroes.

Museo Arqueológico Regional Paolo Orsi

Museo Arqueológico Regional Paolo Orsi

En el interior de Villa Landolina, un gran espacio repleto de vegetación y de restos históricos (una pequeña latomía alberga tres hipogeos paganos y el cementerio protestante), una estructura construida entre 1967 y 1986 según un proyecto de Franco Minissi, alberga el museo, el cual tiene una extensión de 9000 metros cuadrados y cuenta con más de 18 000 piezas expuestas. En el centro del edificio, en un gran espacio circular, se ilustra la historia de las colecciones y su ubicación. A partir de aquí comienza el viaje para descubrir las civilizaciones que se han sucedido en la zona de Siracusa, desde la prehistoria hasta la época paleocristiana. De hecho, puedes visitar todos los sectores o elegir los que más te interesen.

El sector A está dedicado a la prehistoria y la protohistoria, desde el Paleolítico hasta la época de la colonización griega. Particularmente interesantes son los hallazgos de la llamada cultura de Castelluccio, un lugar cerca de Noto, con losas esculpidas, cerámicas pintadas y objetos de hueso de fina factura, así como los ajuares funerarios de la necrópolis de Tapso, investigadas por el arqueólogo Paolo Orsi, a quien está dedicado el museo. El tema de la colonización griega se concentra en el sector B, con especial referencia a Mégara Hiblea y Siracusa.

De la primera, dedica un momento a observar las cerámicas más antiguas y las espléndidas esculturas de la época arcaica, entre las que se encuentran la estatua funeraria del médico Sambrotidas, del siglo VI a. C. y, de la misma época, la estatua de piedra caliza pintada de una diosa madre que amamanta a unos gemelos. No faltan los hallazgos de ajuares funerarios encontrados en las necrópolis de la ciudad. Los restos procedentes de Siracusa se concentran en las colecciones estatuarias y en los materiales, sobre todo cerámica, recuperados en las excavaciones realizadas en el barrio de Acradina (Piazza Vittoria), en el santuario de Deméter y Kore, y finalmente en los ajuares funerarios y en las terracotas recogidas en el templo de Apolo.

Del templo de Atenea proceden un fragmento de marco de mármol con canalones con cabezas de león (480 a. C.) y una estatua de muy fina factura que representa una victoria alada según el esquema arcaico del vuelo. La zona costera al sur de Siracusa está representada en el sector C, donde se exponen los hallazgos encontrados en Eloro, puesto avanzado costero de la ciudad, así como los procedentes de las colonias de Acras, Casmena y Camarina, incluido un grupo de terracota que representa a un caballero.

Otros hallazgos provienen del interior de Sicilia y de las importantes colonias dóricas de Gela y Agrigento. De Francavilla di Sicilia, en particular, procede un vasto depósito de pínakes, recuadros votivos de terracota pertenecientes a un santuario de Deméter y Kore. En la primera planta, el sector D, dedicado a las épocas helenística y romana, alberga la espléndida Venus Anadiomene («que emerge del mar»), copia de época romana de un original griego, también llamada Venus Landolina, por el nombre del arqueólogo que la descubrió en 1804, además de una hermosa serie de retratos de época romana.

El sector F, dedicado a las épocas cristiana y bizantina, expone los hallazgos procedentes de las catacumbas de San Giovanni, entre los que merece la pena mencionar el sarcófago de Adelfia (siglo IV d. C.), encontrado en 1872, con frisos de tradición cristiana. Frente al sarcófago se expone el epígrafe de Euskia: datable en el siglo V d. C., el primer documento sobre el culto a Lucía, patrona de Siracusa. En los sótanos del museo se encuentra el Medagliere (medallero), que expone un patrimonio de extraordinario valor testimonial acerca de la numismática de la Sicilia griega, desde la época arcaica hasta la medieval. Una parte de este nuevo sector está dedicada a las joyas, que se remontan desde la prehistoria hasta la época moderna.

Latomía de los Cappuccini (Capuchinos)

Latomía de los Cappuccini (Capuchinos)

A los pies del convento de los Cappuccini (Capuchinos), del siglo XVII, se ubica la latomía del mismo nombre, que data del siglo IV a. C. Es la más grande, profunda y antigua de las latomías de Siracusa, y es visible desde lo alto de Via Acradina.

Su característico ambiente, cálido pero húmedo y sombrío, ha transformado la vasta cantera en un exuberante jardín, en el que destacan extrañas formas de roca blanca, con cavernas, puentes abovedados, paredes verticales y altos pilares. Los tramos de escaleras y las sinuosas pasarelas superan los desniveles producidos por los prolongados trabajos de excavación, los colapsos ocurridos a lo largo de los siglos y la erosión provocada por los agentes atmosféricos.

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