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Arte y cultura
«In Sicilia on the road» desde la Villa del Casale de Piazza Armerina hasta Portopalo di Capo Passero

De los montes Erei al mar, entre mosaicos, obras del barroco y sitios de la UNESCO

Tipología
car route
Número de etapas
6
Dificultad
Fácil

Recorrer los 150 kilómetros que separan Piazza Armerina de Portopalo di Capo Passero significa sumergirse en un territorio rico en historia, arte y tradición. La belleza de estos lugares, que ya se plasma en los mosaicos de la Villa del Casale, se abre a nuestros ojos a lo largo del trayecto que desde los montes Erei nos lleva a Caltagirone y a los relieves de los montes Ibleos para alcanzar más tarde la costa del magnífico Val di Noto.

A través de pueblos marcados por el estilo barroco y talleres de cerámica, tras toparnos con fortificaciones aragonesas, suabas y minas de azufre abandonadas, llegamos a la costa. Allí nos recibirá el bullicio de un parque poblado de flamencos.

Piazza Armerina

Piazza Armerina

Puede parecer extraño que Leonardo Sciascia, uno de los mayores escritores italianos del siglo XX, incluyese Piazza Armerina entre los «pueblos lombardos de Sicilia» junto a «Enna con su Castillo de Lombardía» y a «Caltagirone, que marca su ayuntamiento con el escudo de armas de Génova»; sin embargo, es un hecho que el siglo de dominación normanda llevó aquí a numerosos colonos del norte de Italia y todavía se pueden reconocer algunos rastros de este proceso.

Hoy, sin embargo, el corazón de la ciudad situada a los pies de los montes Erei tiene un acento totalmente siciliano: calles donde caminar sin rumbo entre barrios medievales y bellas iglesias, saborear cada paso para descubrir la vida y la historia tallada en cada piedra y subir hasta la catedral, que, situada en la zona más alta de la ciudad, domina todo el pueblo. Heredera de la antigua iglesia del siglo XIV, la catedral fue reconstruida, entre los siglos XVII y XVIII, por voluntad del barón Marco Trigona, propietario del Palazzo Trigona, actualmente Museo della Città e del Territorio. Merece la pena visitar también el castillo aragonés, construido a finales del siglo XIV para proteger un centro histórico lleno de encanto y embellecido por la presencia de las órdenes militares medievales, como los Caballeros de Malta y los míticos templarios.

No puedes irte sin visitar la villa romana del Casale, con sus espléndidos mosaicos y sus estructuras inmersas en el silencio del campo. A poca distancia, pero aún más rodeado de naturaleza, se encuentra el Parque Minero Floristella Grottacalda, testigo de la frenética actividad minera de las grandes minas de azufre del siglo XIX y XX.

Villa romana del Casale

Villa romana del Casale

«Calidad excepcional, magnificencia y perfecto estado de conservación»: estas son las razones que llevaron a la Unesco a reconocer el ciclo de mosaicos de la Villa del Casale como Patrimonio de la Humanidad en 1997.

Estupendas escenas de caza se unen a representaciones de la vida cotidiana y a decoraciones vegetales en un unicum que sorprende por su integridad y destaca la importancia del propietario que supo recurrir a artistas del norte de África para que decorasen su villa.

Sin duda es muy famosa la imagen de las «Diez muchachas en bikini», es decir, las diez atletas, dedicadas principalmente a levantar pesas, lanzar un disco o jugar a la pelota.

La villa rústica del Casale, construida a finales del siglo IV d. C., da testimonio de la importancia de estos territorios en el ámbito agrícola y pastoral. Es una tradición que a lo largo de los siglos se ha enriquecido también gracias a las numerosas superposiciones de pueblos y culturas. Esto ha aportado, también a la cocina, las características típicas del Mediterráneo siciliano.

No puedes irte de Piazza Armerina sin haber disfrutado de un buen aperitivo, tal vez en uno de los muchos locales del centro histórico y saboreando un Piacentinu Ennese acompañado de una buena copa de vino tinto Sicilia DOC.

Caltagirone

Caltagirone

Los aproximadamente treinta kilómetros que separan Piazza Armerina de Caltagirone atraviesan una serie de pintorescas extensiones de higueras en San Michele di Ganzaria. A continuación, encontrarás los agaves, los muros de piedra seca, las masías y los cortijos no siempre en uso, las palmeras, los pinos y los eucaliptos, y sobre todo los olivos, las plantas que más hablan de esta Sicilia oriental. Los grandes olivos, los retorcidos y nudosos ejemplares que han sobrevivido a la historia, se denominan aquí «sarracenos» y sus nombres añaden otra pieza al espléndido mosaico que es Sicilia: griegos, fenicios, romanos, bizantinos, árabes, normandos, genoveses, piamonteses, españoles...

Caltagirone es un núcleo histórico protegido por la Unesco debido a la calidad de su arquitectura barroca, surgida con la reconstrucción tras el terremoto de 1693. Sobre todo, es la ciudad de la cerámica: la mayólica de colores impera entre las tiendas con platos, jarrones, portalámparas, ceniceros, candelabros, fruteros, saleros, querubines y gatitos. Todo es cerámica, desde los pequeños templetes votivos hasta los alzamientos de la vertiginosa escalera de Santa María del Monte.

A tan solo unos quince kilómetros más al este, la plaza de Grammichele no es solo un hexágono perfecto: también es una zona cerrada al tráfico, donde pasear significa respirar en toda la extensión de la palabra.

Ya hemos dejado atrás los montes Erei de Piazza Armerina para entrar en los montes Ibleos. Después de haber tomado la carretera hacia Vizzini, la ciudad de Giovanni Verga y corazón literario de esta Sicilia, continuamos hacia Palazzolo Acreide.

Palazzolo Acreide

Palazzolo Acreide

Al sur de Vizzini, el recorrido nos permite admirar los montes Ibleos, con mesetas boscosas, cantos rodados, antiguos olivares, pastos azotados por el viento y molinos eólicos que se destacan en el horizonte y crean un contrapunto armónico con los «dammusi», las típicas construcciones de piedra que salpican el paisaje dándole un toque árabe. Puedes decidir si tomas el desvío a la izquierda hacia Buscemi, ciudad suspendida y casi un pueblo-museo, o continuar en el silencio irreal de una Sicilia que fluye hacia Palazzolo Acreide.

También en Palazzolo, tercer sitio de la Unesco en esta parte de Sicilia, el terremoto de finales del siglo XVII favoreció el florecimiento del barroco, como lo demuestra la iglesia principal de San Sebastián y la basílica de San Pablo. Entre edificios, calles y cerámicas hay mucho que ver, pero, si se quieres conocer un poco más de Sicilia, no puedes dejar de visitar la casa-museo que Antonino Uccello, antropólogo italiano del siglo XX, quiso crear como verdadero lugar de la memoria etnográfica de la isla. Su objetivo era recuperar el patrimonio cultural de la Sicilia campesina y rural amenazado por la dispersión derivada de un flujo migratorio cada vez mayor hacia las regiones del norte.

Noto

Noto

Si conduces desde Palazzolo Acreide hacia Noto, unos cuarenta kilómetros en total, dejarás el paisaje montañoso para toparte con una llanura, un gran pastizal con sus animales pastando, caseríos rurales e interminables muros de piedra. El camino se estrecha de nuevo, introduciendo otro paisaje caracterizado por la exuberante vegetación que rodea el arroyo Manghisi, hábitat ideal de la trucha macrostigma, el antiguo salmónido mediterráneo.

Aquí puedes desviarte por la carretera provincial que conduce en un corto trayecto a la Noto Antica, viva hasta el terremoto de 1693 que obligó a refundar la ciudad más al sur. En el silencio de las ruinas, se pueden observar los restos de un monasterio cisterciense: era la antigua abadía de S. Maria dell'Arco reconstruida siguiendo nuevas formas en la Noto moderna. La carretera nacional sigue los contornos rocosos y, tras cruzar un gran cañón, nos lleva hasta el puente de Santa Clara. La vista se pierde lo largo de la carretera, entre los muros de piedra seca y las villas con vistas al acantilado.

En este itinerario hemos atravesado las provincias de Enna, Catania y Siracusa, pasando desde los montes Erei a los Ibleos y más allá. Ahora te quedarás sin aliento ante el esplendor de la catedral de Noto y el murmullo lento, fragante e infinito del centro histórico de esta magnífica ciudad, corazón del barroco siciliano y Patrimonio Mundial de la Unesco.

Portopalo di Capo Passero

Portopalo di Capo Passero

Desde Noto hasta el cabo más meridional de Sicilia, el paisaje cambia una vez más: el amarillo y el naranja de los cítricos aparecen de repente, formando un jardín junto a los olivos y hablándonos de una poesía más intensamente mediterránea que italiana. En el camino nos encontramos con el antiguo ferrocarril Noto-Paquino, abandonado desde hace tiempo, ahora objeto de un importante proyecto de restauración con fines turísticos. La línea, que antaño sirvió para el transporte de vino de Paquino y pescado del puerto deportivo de Marzamemi, se convertirá en una verdadera atracción turística: su tramo intermedio, de hecho, al adentrarse en la reserva natural especial del oasis faunístico de Vendicari, permitirá al visitante disfrutar, de una manera única, del área protegida. No podemos dejar este rincón de Sicilia sin visitar la ciudad de Paquino y el pueblo marinero de Marzamemi.

Lugares encantados de arte, cultura y tradiciones: yacimientos arqueológicos, antiguas torres de vigilancia y monumentales almadrabas. Se trata de una tierra codiciada y habitada desde la antigüedad, que ha oído hablar en su suelo todas las lenguas de nuestro espléndido Mediterráneo. Muchos pueblos y culturas que han dejado, incluso en la cocina local, las influencias más variadas, de las cuales el tomate Paquino IGP es una de las últimas incorporaciones.

Volvemos a la costa para llegar a Portopalo y a su magnífico mar.

El paisaje del Mediterráneo es una inmersión en el corazón, que habla de los sueños de las vidas perdidas de los emigrantes, pero también de las fortunas ya extinguidas de la aristocracia local: el llamado castillo Tafuri, un edificio modernista encargado a principios del siglo XX por los propietarios de la almadraba del cabo Passero, es ahora un «bed & breakfast».

Playas, excursiones en barco, alquiler de máscaras y tubos de buceo, el mar del cabo Passero sigue siendo un sueño, y no es una figura retórica turística calificarlo de cristalino.

Nuestro camino está a punto de llegar a su fin. Nos dirigimos al extremo más meridional de Sicilia y comenzamos a ver el mar a lo lejos. Al acercarnos a la meta, veremos finalmente emerger del mar Jónico la isla de Correnti con su faro. La pequeña franja de tierra se une al continente con las mareas bajas, y representa el punto más meridional de la isla siciliana, geográficamente más al sur que Túnez y más al norte que Hammamet.

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