Palacio de los Normandos

El itinerario comienza con una inmersión en la belleza, en el Palacio de los Normandos, también conocido como Palacio Real, auténtica joya del arte bizantino y árabe-normando, patrimonio de la Unesco. Erigido hacia el siglo X por los reyes normandos, el palacio es la residencia real más antigua de Europa, acogió a los soberanos del Reino de Sicilia y fue sede imperial. En el interior, descubriréis la Capilla Palatina, con sus mosaicos bizantinos, incrustaciones y suelos de pórfido de estilo árabe, coronada por el grandioso mosaico del Cristo Pantocrátor. Preparaos: es un espectáculo que deja sin respiración.
La Catedral

Siguiendo por el parque de Villa Bonanno, en cinco minutos llegaréis a la Catedral. Con sus cúpulas, torres y almenas, es una exquisita síntesis de estilos: del arte griego y romano al catalán y gótico, pasando por influencias árabes y normandas. En su interior, la iglesia alberga, en una "sala del tesoro", joyas de incalculable valor, como la tiara de oro que perteneció a la emperatriz Constanza de Sicilia y otros ornamentos reales.
Plaza Villena

Si desde aquí tomáis la calle Corso Vittorio Emanuele, llegaréis a la plaza Villena, que los palermitanos llaman los Quattro Canti: de planta octogonal. La plaza se ensancha por la intersección de las dos calles principales de Palermo, Via Maqueda y Via Vittorio Emanuele. Los cuatro cantones del nombre son testimonio de la historia de Palermo: a los pies de los cuatro “cantos”, iguales y simétricos, hay otras tantas fuentes que representan los cursos de agua de la ciudad (Papireto, Pannaria, Kemonia, Oreto). Mirando hacia arriba, veréis alegorías de las estaciones, luego las estatuas de cuatro reyes españoles y, por último, custodiando el cielo azul, las santas patronas de la ciudad: Ágata, Ninfa, Oliva y Cristina.
Siguiendo por Via Maqueda, en poco más de cinco minutos llegaréis a Ballarò, el mercado más antiguo de la ciudad, heredero directo del zoco que animaba aquellas callejuelas durante la dominación árabe: dejaos llevar por las “abbaniate”, los reclamos cantados de los vendedores ambulantes, y por los aromas de la comida callejera local, el legado más fiel procedente de las dominaciones que se han ido sucediendo en la capital.
El bocadillo más popular es el pane e panelle, un bocadillo relleno con una tortita de harina y garbanzos. Igualmente conocida es la arancina, ¡aquí se dice en femenino! - una bola de arroz rellena de carne picada, empanada y frita. Quienes no tienen problemas con las calorías pueden dejarse seducir por el pane con la milza (pan con bazo). Por último, pero no menos importante, la irresistible tentación de los postres sicilianos: el cannolo, con requesón de leche de oveja, o la cassata, hecha también de requesón, “pan de España” (bizcocho), fruta confitada y pasta de almendras.
Los teatros Massimo y Politeama

Dejando atrás el histórico y folclórico mercado de Ballarò, pasead durante 15 minutos por Via Maqueda en dirección contraria: Los lugares y monumentos nos recuerdan la fuerte vocación teatral de la ciudad,: por un lado salas y talleres vinculados a la Opera dei Pupi, el tradicional teatro de marionetas, cuyo repertorio combina el ciclo carolingio con historias de santos y bandoleros; por otro lado, el histórico Teatro Massimo, que se alza al final de la calle con su forma de templo: inaugurado a finales del siglo XIX, es el mayor teatro de ópera de Italia y el tercero de Europa. El recorrido continúa hacia el Teatro Politeama Garibaldi, construido en la misma época, importante ejemplo de arquitectura neoclásica.
Palermo

Al final de este agradable paseo urbano, reconciliados con el suave clima de Palermo, ya será más o menos el atardecer. Dirigíos al Lungomare (paseo marítimo), donde podréis despediros de la ciudad tomando un aperitivo al atardecer o cenando marisco en uno de sus restaurantes, desde Mondello hasta Molo di Sant'Erasmo. Si, por el contrario, preferís saborear los productos típicos sicilianos en el marco natural del interior de la isla, las casas rurales de la Fundación Campagna Amica son el lugar ideal para terminar el recorrido con una velada bucólica.
¿Pensáis que no podéis marcharos sin llevaros los aromas y sabores de esta ciudad? Reservad una hora para hacer compras de km0 en el mercado de los agricultores de Campagna Amica, que tiene lugar todos los sábados por la mañana en Villa Sperlinga, el jardín histórico de la ciudad, donde podréis encontrar los llamados “Sigilli” (sellos), excelencias de la biodiversidad local: por ejemplo la mandarina tardía de Ciaculli y otros productos elaborados con antiguos cereales locales, como el trigo Perciasacchi o el negro de las Madonie.