Sanremo, una terraza sobre el mar
Sanremo es la ciudad de las flores, canciones, zambullidas en el mar, pero hay más. Pocos saben que esta famosa localidad turística tiene un corazón medieval que descubrir, antes de arrancar por la ruta ciclista: la Pigna. ¿De dónde viene este nombre? Desde el laberinto de callejones, escaleras, arcos y pasajes cubiertos que se disponen en anillos concéntricos alrededor del centro de la ciudad vieja, fundada alrededor del año 1000. En la cima se encuentran los jardines Regina Elena, con el Santuario de la Madonna della Costa, una iglesia con planta de cruz latina y una encantadora fachada barroca: un lugar especial desde el que admirar un panorama azul único del mar Tirreno. Una vez en el litoral, es el momento de poner las manos en el manillar para un primer tramo que no presenta gran dificultad. Se recorre el litoral, pasando por Arma di Taggia, San Lorenzo a Mare y, finalmente, Imperia. Sin embargo, en este punto, es hora de dejar atrás el mar.
El viraje hacia el interior requiere un cambio de ritmo. La ruta comienza a subir hacia el Colle di Nava, el puerto entre los Alpes ligures que une Liguria con Piamonte. Anota este nombre: Pieve di Teco. Es el pueblo medieval desde el que la subida empieza a ponerse seria. Para llegar al puerto, hay que pedalear 11 kilómetros, afrontando una pendiente media del 7 por ciento. Es un tramo que amenaza con poner en dificultad a los pulmones menos entrenados, pero el esfuerzo se ve recompensado al llegar a la cima, en medio de los campos de lavanda rebosantes de tonos lila desde finales de junio hasta mediados de agosto. ¿No viajas durante el período de floración? Algo más hace que este lugar sea especial: los Forti Napoleonici, un sistema de fortificaciones construido en el siglo XIX por los gobernantes saboyanos. El Fuerte Central, justo en la cima de la colina, se encuentra en perfecto estado de conservación, con sus dos puentes levadizos y la trinchera unida al foso. El resto de la ruta serpentea por una meseta salpicada de encantadores pueblos. ¿Un lugar en el que detenerte parar a tomar un aperitivo al final del día? Garessio, uno de los pueblos más bellos de Italia: su plazoleta dedicada a San Juan parece un salón al aire libre.
Mondovì y Cúneo, cada vez más alto
La última parada que no debes perderte antes de llegar es Mondovì, famosa entre otras cosas por sus globos aerostáticos. Después de tantos kilómetros sobre el sillín apetece hacer una parada entre las nubes, ¿verdad? Si prefieres volar alto, pero manteniendo los pies en el suelo, toma el funicular diseñado por Giorgetto Giugiaro: en 10 minutos llegarás al barrio de Piazza, el más antiguo de la ciudad, muy elegante con sus calles estrechas y sus tiendas históricas. A pocos minutos a pie se encuentra el Jardín del Belvedere: desde aquí puedes extender la mirada sobre las Langhe y el arco alpino. Si te diriges al sureste, aparece ante ti aparecerá una maravilla que merece un pequeño desvío del itinerario. De hecho, a unos 5 kilómetros de Mondovì se encuentra el Santuario de la Natividad de Vicoforte, un monumento barroco que cuenta con la cúpula elíptica más grande del mundo. De nuevo, no te conformes con verlo desde el suelo y sube la escalera de caracol hasta sus 60 metros de altura. Desde aquí, dirígete directamente a Cúneo, la capital de provincia construida sobre un espolón de roca enclavado entre el río Stura y el arroyo Gesso. El camino es ligeramente ascendente, pero no demasiado difícil. Ten cuidado con los adoquines del centro de la ciudad, que pueden ser traicioneros para las dos ruedas, pero una vez que llegues a tu destino tómate un tiempo para relajarte. Cúneo es la clásica ciudad saboyana que parece austera a primera vista, pero luego te conquista. También aquí apunta alto: sube los 52 metros de altura de la torre Cívica y contempla el arco alpino. ¿Estás seguro de querer volver a bajar?
Por la redacción de RCS Sport