Viaje al pasado
Situada en la Riviera dei Limoni, Salò es el punto de partida perfecto para un itinerario ciclista: un desayuno en la plaza con vistas al lago es suficiente para recargar las pilas antes de la aventura. Pero ya que estás, no pierdas la oportunidad de pasear bajo los pórticos del palacio del Podestà y, una vez bajo la logia, mira hacia arriba: en el artesonado de madera están pintados los escudos de los 52 municipios que, junto con Salò, formaban parte de la Magnifica Patria en la época del protectorado de Venecia. Tras dejar el lago de Garda, te esperan las cumbres. Tendrás que afrontar una subida de 30 kilómetros hasta Goletto di Cadino, a casi 2000 metros de altitud. Las pendientes, que en algunos lugares rozan el 20 %, son el precio a pagar para conquistar Valcamonica, más allá de la montaña, donde se encuentra el primero de los lugares italianos incluidos en la lista del patrimonio mundial de la UNESCO: una de las mayores colecciones de grabados rupestres del mundo. Es un verdadero tesoro, compuesto por más de 140 000 dibujos grabados en la roca a lo largo de 8000 años, que representan símbolos mágicos, escenas de caza y agricultura, momentos de guerra y navegación. Otra buena noticia: la reserva natural grabados rupestres de Ceto, Cimbergo y Paspardo está en la ruta.
En el sanctasanctórum del ciclismo
Más que una ruta ciclista, el siguiente tramo es un camino en la leyenda. Sí, porque en el Mortirolo, el paso entre Valcamonica y Valtellina, se han escrito algunas de las páginas más bellas de la historia del ciclismo. Desde arriba, parecen las espirales de una serpiente enroscándose hacia el cielo. Una subida dura con un detalle que, sin embargo, juega a tu favor: en esta ruta, se aborda la subida desde el lado más "humano", el de Monno, que comienza en el pueblo de Edolo. En total, son 12,6 kilómetros de curvas muy cerradas, con una pendiente media del 7,6 % y varios picos del 16 %. Una vez conquistada la cima, cuidado con el descenso, por caminos empinados y estrechos. Sin embargo, es importante que sepas que al final te espera una recompensa. En Tirano, en el corazón de la Valtellina, se encuentra la academia del Pizzocchero, que promueve la cocina del valle, caracterizada por los tallarines de trigo sarraceno (los pizzoccheri), los sciatt (crepes rellenos de queso fundido) y la polenta taragna. Por supuesto, no es exactamente la cena del atleta modelo. Pero si has subido al Mortirolo, te lo has ganado.
Entre los picos
Tras una decena de kilómetros por una llanura, la ruta comienza a ascender de nuevo, por laderas moldeadas por viñedos a los que se deben vinos preciados como el Sforzato. Subimos hacia Teglio, un encantador pueblo rodeado de campos de trigo sarraceno, por una carretera bastante estrecha con tramos con un 15 % de pendiente. Tras el descenso a Tresenda, la ruta afronta el ascenso final, dirigido al puerto de Santa Cristina. Destaca especialmente la segunda parte, que tiene una doble alma: un bálsamo para los ojos, porque atraviesa un encantador bosque alpino, pero un golpe muy duro para las piernas, por culpa de las pendencias que rozan el 14 % de desnivel. Al llegar a la ciudad de Aprica, de nuevo a caballo entre Valcamonica y Valtellina, recupera el aliento. Serás el primero en querer guardar la bicicleta en el garaje para relajarte un poco. Tendrás todos los motivos. Podrá estirar las piernas paseando entre las estrechas calles del centro, entre las casas pintadas con dibujos de paisajes montañosos. O visitar la reserva natural de Pian di Gembro, una turbera de origen glaciar donde podrás admirar algunas especies de fauna muy raras, entre las que se incluyen algunas plantas carnívoras. Mejor aún si vas en familia: en verano se instala un aula educativa con ejemplares de ranas, sapos, tritones y salamandras que encantarán a los niños.