Canavese para saborear: entre viñedos antiguos, dulces históricos y paisajes únicos
9 minutos

El Canavese es una sorpresa para quien lo atraviesa y una conquista para quien decide explorarlo con calma.
Situado en el este del Piamonte, entre Turín y el Valle de Aosta, este territorio heterogéneo abarca valles alpinos, colinas morrénicas, lagos cristalinos y pueblos suspendidos en el tiempo. Pero junto a castillos, senderos y panoramas, el Canavese guarda un tesoro quizá menos evidente, aunque sumamente valioso: su alma gastronómica.
Aquí, la cultura de la comida y el vino es parte integral del paisaje y de la vida cotidiana. Cada producto cuenta una historia de saber artesanal, de vínculo con la tierra, de comunidades que han hecho de la calidad una elección identitaria. Viajar por el Canavese significa también sentarse a la mesa, entrar en una pastelería histórica o en una bodega familiar, dejándose guiar por el gusto y la curiosidad.
Entre las delicias dulces destacan los Nocciolini de Chivasso, minúsculos merengues de avellana perfectos con un café o un espumoso; la célebre Torta Novecento de Ivrea, icono de la repostería piamontesa con corazón de chocolate; y los Torcetti de Agliè y Castellamonte, galletas de masa fermentada con mantequilla y una crujiente costra dorada.
Desde la tradición campesina llega el Salampatata, un embutido crudo elaborado con carne de cerdo y patatas cocidas, mientras que en los valles alpinos se producen las tome de montaña con leche cruda, quesos auténticos que conservan la huella de los pastos y de las estaciones.
El capítulo vinícola está guiado por dos protagonistas: el Erbaluce di Caluso DOCG, un blanco longevo y refinado, disponible también en versión espumoso y passito; y el noble Carema DOC, tinto de montaña elaborado con uvas Nebbiolo cultivadas en heroicos bancales de piedra. Pero no faltan producciones locales más pequeñas, vinos artesanales y variedades autóctonas por descubrir directamente en bodega.
Completan el panorama la miel de montaña, mermeladas artesanales, pan negro, galletas canavesanas, grappa con hierbas alpinas, y productos de la tierra como la Piattella de Cortereggio, una alubia blanca hoy reconocida como Presidio Slow Food, que representa la inteligencia rural de un territorio que ha hecho de la cadena corta una forma de cultura.
El Canavese no se atraviesa simplemente: se saborea, se descubre, se lleva consigo.
Es una tierra que invita a ralentizar, a escuchar sus silencios y a saborear cada matiz.
Los nocciolini de Chivasso
Símbolo de la ciudad, los nocciolini son minúsculos merengues hechos con pasta de avellanas típicos de Chivasso. Asomarse al escaparate de la pastelería Bonfante para luego entrar en la cafetería de interiores modernistas que produce los nocciolini desde los años veinte, significa saborear una experiencia inolvidable.
La tarta del siglo
Dulce típico piamontés, la Torta Novecento fue ideada por el maestro pastelero eporediense Ottavio Bertinotti a finales del siglo XIX para celebrar la llegada del nuevo siglo, de ahí su nombre. El dulce de Ivrea pronto conquistó admiradores y desató intentos de imitación, pero la leyenda cuenta que su autor evitaba tener asistentes cerca cuando preparaba el relleno. El ingrediente secreto, que caracteriza su sabor, hasta hoy se ha mantenido oculto.
En 1972, Bertinotti cedió a la familia Balla el renombrado taller de corso Re Umberto I 16 y la receta del dulce con “marca registrada”, pasando el testigo como guardián del misterio.
Lo que se sabe con certeza es que entre dos capas de bizcocho de cacao muy suaves y ligeras se coloca, prácticamente delante del cliente, un relleno de mousse de chocolate — el ingrediente secreto está justamente ahí — y encima se espolvorea azúcar glas.
Una delicia servida siempre en porciones generosas que agrada a todos los paladares, incluso a los más exigentes.
Los torcetti de Agliè
Los característicos torcetti, cuyo origen se remonta al siglo XVIII, son un bocado de dulzura y se pueden degustar, en el corazón del pueblo, bajo los soportales. Son perfectos con una fondue de chocolate o sumergidos en zabaione. Una fiesta popular que anima todo el pueblo celebra estos deliciosos dulces cada año en primavera.