La ciudad vieja
La ciudad vieja, el centro histórico genovés en el que Fabrizio De André se reunía con los últimos, los pobres diablos, los excluidos, «las flores que florecen del estiércol». Los sin Dios, los antiburgueses por naturaleza que cantaba en canciones como La città vecchia (La ciudad vieja) y Via del Campo. Este era el «carruggio» sin luz, destino de peregrinación vespertina de Faber, que aquí encontraba la compañía de «una graciosa, de ojos grandes y color de hoja» que «toda la noche está en el umbral, vende a todos la misma rosa».
A mitad de camino, Via del Campo se abre en la plaza del mismo nombre, con una placa de pizarra dedicada a De André, mientras que a pocos pasos se encuentra Viadelcampo29rosso, espacio ocupado durante décadas por la histórica tienda de instrumentos Musica Gianni Tassio, hoy una especie de museo dedicado a la memoria de De André y de otros artistas de la escena cantautora genovesa, como Luigi Tenco, Gino Paoli y Bruno Lauzi. Lleno de recuerdos, vinilos originales y fotografías, también conserva la Esteve '97, la guitarra que acompañó a Faber en su última gira entre 1997 y 1998.
Fabrizio también se inspiró en el frenesí y en el crisol de los pórticos de Sottoripa, donde frecuentaba, con Paolo Villaggio, el local Ragno Verde (que ya no existe) y donde deambulaba entre rostros de todas las etnias y los mostradores de las freidurías, las pescaderías atemporales, con el olor a frittûa de pigneu giancu de Purtufin (fritura de pescaditos, blanco de Portofino) bajo la nariz. La cita proviene de Crêuza de mä, la pieza escrita y cantada íntegramente en dialecto genovés que habla de los marineros que regresan del mar. La siguiente parada solo puede ser el Porto Antico.
Pero antes hay que decir que la ciudad vieja no era, y no es, solo secretos y pecados. El contraste es fuerte con lo que está a un tiro de piedra de este mundo de necesitados. Enseguida se descubre la Génova de buena cuna, con sus elegantes residencias nobiliarias que desfilan por la misma Via del Campo o los suntuosos y aristocráticos palacios de los Rolli de las Strade Nuove (Via Garibaldi, Via Cairoli, Via Balbi, Via Lomellini y Via San Luca), incluidos en el circuito de la Unesco. Y con razón, dadas las maravillosas fachadas decoradas con estucos, mármoles o pinturas, los jardines con fuentes y nenúfares, y lo que contienen: los frescos de los grandes salones, los elegantes muebles y las colecciones de arte. Avanzando hacia Levante, descubrirás la magnificencia de la catedral de San Lorenzo y grandiosos edificios como el palacio Ducal y los de Piazza De Ferrari, el teatro Carlo Felice (escenario en el que Faber actuó en varias ocasiones) y el palacio de la Bolsa, uno de los máximos ejemplos del estilo modernista genovés.
El Porto Antico
Lejos quedan los tiempos de Crêuza de mä, de esos marineros cantados por De André que vuelven del mar con la piel quemada por el sol y la sal y que van a secar sus huesos a la taberna de Andrea. O los de D'ä mê riva, el conmovedor y melancólico canto de un marinero que saluda a su enamorada que lo ve zarpar del muelle. Lejos quedan también los tiempos en los que el Porto Antico era realmente antiguo. En 1992, Renzo Piano le confirió contemporaneidad y atractivo a esta zona portuaria, abandonada durante mucho tiempo. Poco a poco se han ido añadiendo nuevos elementos al puerto, y hoy en día es el corazón del entretenimiento en la ciudad, un centro cultural pero también un destino para pasear y disfrutar de la tranquilidad sentado en un banco. Los museos: el Acuario y la Biosfera, Galata Museo del Mare y la Città dei Bambini e dei Ragazzi (Ciudad de los Niños y de los Jóvenes). Espacios dedicados a conciertos, eventos, ferias, certámenes y congresos: la Arena del Mare, la Piazza delle Feste y los Magazzini del Cotone (Almacenes del Algodón). Restaurantes, locales, cines y tiendas. Y por último, tenemos el Bigo, el ascensor panorámico de arquitectura futurista, además de los muelles desde los que se puede contemplar el horizonte azul o la ciudad, como el dedicado a Faber: Via al Mare Fabrizio De André. Todo vigilado por la Linterna, faro de la ciudad desde 1128.
Boccadasse
Icónico y pintoresco pueblo de pescadores del levante genovés con un sabor nostálgico: se trata de Boccadasse. Era un lugar tan apreciado por Fabrizio De André que, a menudo, venía a pasear por sus crêuze, las tortuosas y empinadas cuestas de ladrillos que descienden desde la ciudad hasta el mar. Parece que ya estás en la Riviera. Sin embargo, sigues estando en Génova, que no deja de sorprender. Casas de color pastel adosadas unas a otras, barcos en reposo y redes de pesca tendidas al sol, y una pequeña playa donde es fácil imaginarse al pescador de Faber adormecido «all’ombra dell’ultimo sole» (a la sombra del último sol) y siendo solidario con un asesino de «occhi enormi di paura, eran gli specchi d'un'avventura» (ojos enormes de miedo, eran los espejos de una aventura). Una canción que es un himno al perdón, al socorro y a la libertad.
Nervi
Llegar a Nervi significa dejarse llevar por momentos de relajación, lejos del bullicio de la ciudad. Nervi da la bienvenida así a los que vienen de Génova: pérgolas, un puente medieval, casas de pescadores de colores brillantes y un pequeño puerto con las barcas en seco. Desde aquí parte el pintoresco paseo Anita Garibaldi, que se extiende 2 km hasta el pequeño pueblo de Capolungo. En el medio, las nueve hectáreas de los Parques de Nervi, un conjunto de varios parques que pertenecieron en el pasado a villas privadas como Villa Gropallo, Villa Saluzzo Serra (hoy sede de la Galería de Arte Moderno), Villa Grimaldi Fassio (depositaria de las colecciones de los Hermanos Frugone) y Villa Luxoro. Un conjunto de plantas exóticas y tropicales que se unen a la típica vegetación mediterránea. Una vez en Capolungo, el recuerdo de la canción de Fabrizio de André (conocido cantante italiano) lo tenemos en la Estación de Sant 'Ilario, donde se bajó del tren Bocca di Rosa aquella que «ponía el amor por encima de todo».