En Via Corsico, en un espacio recogido y de diseño básico, el restaurante 28 posti (como el número de asientos disponibles) ofrece una experiencia gustativa única y apasionante. El sentido ético ha impregnado el proyecto desde la reestructuración del local, en el que han participado los reclusos de la penitenciaría de Bollate. La cocina apuesta por el aprovechamiento y el no despilfarro, combinados con una técnica depurada, según un profundo estudio de la cultura mediterránea.
Para descubrir los grandes platos de la tradición milanesa, el Ponte Rosso, en Ripa di Porta Ticinese, envuelve a los clientes en una típica atmósfera de una «trattoria». Un lugar íntimo, de pequeñas dimensiones, con personal amable y atento.
Reconocible gracias al antiguo lavadero situado en el exterior, El Brellin es, en cambio, un característico local de cocina tradicional. El nombre indica en dialecto lombardo el reclinatorio de madera de las lavanderas: aquí se cocinan platos del pasado. Para disfrutar de un rincón de la Riviera romañola, dirígete a la sede milanesa del Maré, que ofrece pescado del Adriático, marisco crudo y otras delicias, incluida la clásica «piadina», recién hecha en el momento en el taller artesanal contiguo.
Cruzando el Naviglio Grande, a través de Via Casale, puedes hacer una incursión en Trinacria desde FUD Bottega Sicula, con sus puestos de «street food» de «arancini» y «panelle», o comprando vinos, conservas y confituras de empresas sostenibles.
Para los amantes del helado, en via Vigevano la Gelateria Latteneve propone una rica lista de sabores originales y genuinos, como el helado de «cantuccini» o el «Grigio Milano», al sésamo negro. La actitud cosmopolita de la ciudad también se manifiesta a través de locales particulares que fusionan el encanto de lugares históricos como las antiguas casas enrejadas y los nuevos conceptos de hostelería. Es el caso del Combo, un hostal con bistrós y cafeterías, pero también una zona de «coworking» con espacios para exposiciones. Rodeado de vegetación, también ofrece recetas de comida callejera que van desde los sabores asiáticos a los locales. Para comprar o degustar vinos originales y únicos, enVinoir podrás conocer en detalle las características de los productos que ofrecen (especialmente para los vinos naturales) y la artesanía de los procesos de producción. También se ofrecen jornadas de divulgación y relatos relacionados con la enología.
Siguiendo el curso del Naviglio Grande hacia la periferia milanesa encontramos el hotel Excel Naviglio ex Ca’ Bianca, en cuyo interior el Restaurante Al Naviglio propone una cocina tradicional con una relectura moderna y un menú de temporada. La cocina está a cargo de Luca Pedata, una joven promesa de la escena nacional, que sirve platos sofisticados que pueden maridarse con un cóctel de la amplia carta del bar.
Merece la pena hacer dos pequeñas y dulces escapadas que te llevarán a descubrir dos pastelerías históricas que siguen en boga. En Corso Genova la pastelería Cucchi elabora desde hace más de ochenta años dulces típicos lombardos entre otros productos, respetando la más pura artesanía. No debes perderte los «ambrogiotti», típicos vasitos de chocolate y sabayón, y el «panettone», aunque solo sea para combinar una rebanada con un capuchino.
Si, en cambio, te diriges a Porta Lodovica, encontrarás Gattullo, un establecimiento emblemático de la pastelería clásica. Inaugurado en 1961, a lo largo de los años ha recibido numerosos premios por sus productos de desayuno, aperitivos y «panettone», vendidos por miles en Navidad. No te vayas sin probar el Domenichino, una variante del spritz con bitter, Aperol, Campari, Cointreau y ginebra.
Para un paréntesis culinario caprichoso, en el restauranteAcquada, con su decoración de clasicismo contemporáneo, la chef Sara Preceruti sintetiza su creatividad en platos sorprendentes. En la trasera del Auditorium de Milán, el restaurante Contraste ofrece una experiencia disruptiva y fuera de lo habitual, especialmente si eliges el menú sorpresa que el chef Matias Perdomo creará de acuerdo con las sugerencias de los comensales. Alrededor de las mesas, decoraciones del siglo XIX combinan con elementos de diseño contemporáneo.
Uno de los chefs más aclamados de la alta cocina milanesa, Sadler, propone en el restaurante homónimo especialidades donde la tradición y la vanguardia se maridan con total armonía. Así ocurre en uno de los platos más longevos: la «padellata» de crustáceos, calabacines crujientes, patatas de cristal y sabayón al estragón. Junto al restaurante principal, Claudio Sadler ha abierto Chic’n Quick, para quien desea acercarse a su cocina de una manera más informal. Una «trattoria contemporanea», como diría el propio chef.
El Na. Pa. (acrónimo de Naviglio Pavese), un verdadero distrito urbano y gastronómico en los límites del barrio Navigli, ofrece una propuesta interesante. Distreat es un proyecto liderado por tres jóvenes que propone una exitosa reinterpretación de la cocina regional italiana en clave moderna, en un ambiente industrial chic, con una gran terraza. Si no has conocido sus aperitivos dando una vuelta por Milán, puedes ir a la tiendaCosa Nostre, donde tendrás la oportunidad de probar las «arancine», «cannoli» (también en versión maxi), «cassate», «ciambelle» y «sfincioni». Todo se elabora con materias primas procedentes directamente de Sicilia. Para completar la compra de productos de panadería, la panificadora Gustolab emplea a personas con discapacidad cognitiva que trabajan allí a tiempo parcial.