Gastronomía para todos los idiomas!
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Frico, strok, boreto, pestât, jota, cuguluf, kaiserfleisch: no hay mucho que decir, «habla como comes», ¡en Friuli-Venecia Julia se come y se habla así! Esta no es solo la única región de Europa en la que se encuentran las tres grandes ramas lingüísticas del continente: a esta riqueza lingüística se corresponde también una riqueza cultural y de tradiciones y una gran variedad gastronómica que se expresa con un vocabulario igualmente diverso y sorprendente.
Tradiciones y territorio, ingredientes únicos de sabor
Por otra parte, son las mismas características geomorfológicas las que enriquecen esta cocina. Así, a los platos de pescado de origen veneciano (sardinas en savôr, boreto a la graisana, langostinos a la busara) y a los platos de carne y los postres de la tradición imperial asburgica (gulasch, strudel de manzana, presnitz), se suman los productos del territorio como el strok (ajo de Resia), el radic di mont (achicoria de montaña), el rati (rábano picante), la Rosa di Gorizia y platos relacionados con las costumbres locales, como los cjarsòns carnici (raviolis rellenos de hierbas y ciruelas), la pitina (carne picada) aromatizada con caren (hinojo silvestre), la brovada (nabos macerados en orujo), los distintos tipos de queso (Frant, Jamar, scuete fumade) y los numerosos platos a base de carne de cerdo (cicines, musèt, sanganel, jamones de San Daniele y Sauris y una infinita variedad de embutidos).
Los vinos autóctonos, otro orgullo de la gastronomía local, también tienen nombres muy peculiares: Picolit, Ocelot, Terrano, Pignolo, Schioppettino, Vitovska y Tazzelenghe, que combinan a la perfección con los platos típicos, tanto por su nombre como por su sabor.
La Rosa de Gorizia
La Rosa de Gorizia es una de las especialidades gastronómicas de Friuli-Venecia Julia: se trata de una achicoria roja, conocida desde la época de los Habsburgo, que ha mantenido su fama hasta hoy y que en los últimos años se ha extendido también a nivel nacional y europeo.
A pesar de su creciente popularidad, la producción se limita a unas pocas hectáreas, cultivadas por unos pocos agricultores según una larga y laboriosa tradición. Por este motivo, se ha convertido en un producto Slow Food.
La «rosa» tiene un sabor intenso y crujiente, de color rojo brillante con matices rosados o granates. Es un cultivo de invierno: se siembra en primavera y se cosecha después de las primeras heladas de noviembre, cuando las hojas pasan del verde al rojo, formando el tierno corazón que hace que esta achicoria sea única y preciada.