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Destino turístico
Valle de Aosta. Aosta y alrededores

De Aosta a Fenis: los valles en moto

Tipología
recorrido en motocicleta
Duración
3 días
Número de etapas
7
Dificultad
Medio

Las empinadas y sinuosas carreteras del Valle de Aosta atraen a motociclistas de todo el mundo, deseosos de recorrer kilómetros y atravesar paisajes vírgenes para llegar a lugares remotos que quedan grabados en el corazón y en la mente.

La más pequeña y la menos poblada de las regiones italianas ha sido frecuentada y muy apreciada por generaciones de turistas italianos e internacionales. Enclavado en un entorno de altísimos picos alpinos, el Valle de Aosta ofrece majestuosos y fascinantes paisajes que lo convierten en el destino favorito para un viaje en moto cuando llega el buen tiempo.

Entre los ríos y las montañas del Valle de Aosta se encuentra lo mejor de los Alpes en cada estación del año: las pistas nevadas en invierno y los valles que, con el buen tiempo, regalan agradables paseos y excursiones que ascienden hacia picos rocosos. Y luego está la historia, que ha dejado huellas de su paso por Aosta, la principal ciudad de esta región, pero también en los numerosos pueblos de origen medieval que la rodean. Desde Aosta, algunos estrechos valles laterales se ramifican hacia el norte y el sur, en dirección a Francia, Suiza y el Piamonte. A lo largo de estos valles, los pequeños pueblos se disponen de forma ordenada en empinadas laderas, dominadas por una interminable serie de antiguas fortificaciones y castillos. A su alrededor, viñedos y huertos, protegidos por centenarios muros de piedra seca que embellecen aún más el paisaje.

Esta región también sorprende al viajero en la mesa, regalando sabores fuertes y decididos y proponiendo productos que se homenajean en numerosos festivales enogastronómicos. Muy apreciados son, por ejemplo, los embutidos (como el Jambon de Bosses DOP, el tocino de Arnad DOP y la «motsetta») y los quesos del Valle de Aosta, entre los que es imposible no mencionar la Fontina DOP.

El punto de partida de esta ruta motociclística es la capital regional, Aosta, guardiana de tesoros artísticos y arqueológicos. De Aosta parten tres fascinantes recorridos, en Valgrisenche, Valsavarenche y Valpelline, coronados por el perfil del castillo de Fénis, etapa final de la ruta.

Día 1

Aosta

Aosta

Situada estratégicamente en el centro de la región, en una exuberante cuenca soleada en la confluencia del arroyo Buthier con el río Dora Baltea, Aosta es la única ciudad del Valle de Aosta. Antes de explorar las calles peatonales del centro histórico, puedes aparcar la moto en uno de los aparcamientos repartidos por las calles de la ciudad, sabiendo que pronto será el momento de subirse a ella de nuevo para iniciar las próximas etapas.

Fundada por los romanos (que le dieron el nombre de Augusta Praetoria) alrededor del 25 a. C., Aosta es desde entonces una ciudad fronteriza, atravesada por las rutas comerciales que conectan el mar Mediterráneo y el norte de Europa. Artistas y comerciantes, ejércitos y cortes reales han cruzado las puertas de acceso a la ciudad, dejando huella de su paso en los monumentos y las tradiciones que hoy embellecen una visita a Aosta.

La historia de esta ciudad, encrucijada de pueblos y culturas, ofrece perlas artísticas y culturales que se saborean con los ojos y la mente antes de volver al asfalto que cubre las sinuosas carreteras del Valle de Aosta. 

Una estadística muy especial dice que, después de Roma, Aosta es la ciudad del mundo con la mayor concentración de zonas arqueológicas de época romana. Hay que seguir las antiguas murallas de la ciudad, las puertas, las torres y los arcos triunfales o las largas calles ortogonales del centro histórico para imaginar cómo era Aosta en los primeros siglos desde su fundación. Tal vez el monumento que mejor representa la época antigua entre las montañas del Valle de Aosta sea el teatro romano del siglo I a. C.:una estructura grandiosa, capaz de maravillar al instante a quienes, desde las provincias septentrionales del imperio, bajaban hacia Roma atravesando el actual Valle de Aosta.

Los testimonios de la época medieval y del arte sacro cristiano se encuentran entre las ricas naves de la catedral de Aosta, dedicada a santa María de la Asunción, o a lo largo del claustro y las capillas con frescos de la colegiata de San Orso. Un árbol secular, o tal vez milenario, sobrevive en la plaza situada frente a la colegiata de San Orso: un tilo nudoso que, si pudiera hablar, contaría anécdotas y acontecimientos históricos de la sorprendente capital del Valle de Aosta.

Castillos del Valle de Aosta, de Sarre a Saint-Pierre

Castillos del Valle de Aosta, de Sarre a Saint-Pierre

Partiendo simbólicamente de la elegante Piazza Chanoux, centro geográfico exacto de la ciudad de Aosta, el recorrido en moto se dirige hacia el oeste, en dirección a tres residencias históricas situadas en las orillas del río Dora Baltea.

En el camino se pueden ver numerosos viñedos que ofrecen vinos de calidad gracias al excelente clima del que goza esta amplia, ventilada y soleada sección central del Valle de Aosta. Algunas variedades son autóctonas, como el «petit-rouge» , el «prié» y el «fumin», otras proceden de Francia, Suiza y el Piamonte, pero también han encontrado en el Valle de Aosta un contexto acogedor: sirvan de ejemplo tres excelentes blancos como el «chardonnay», el «moscato bianco» y el «petite arvine». El desnivel de los viñedos del Valle de Aosta garantiza una radiación solar homogénea, mientras que los numerosos muros de piedra seca dispuestos a lo largo de las terrazas almacenan el calor durante el día y lo liberan durante la noche.

Enclavado entre viñedos y huertos y bordeado de bosques de abetos y castaños al pie de las montañas, Sarre es el primer pueblo de importancia histórica que encontrarás al desplazarte desde Aosta hacia el oeste. Una vez superado el delgado perfil del campanario de la iglesia parroquial del pueblo, sube hacia la derecha, en dirección al castillo real de Sarre. El aspecto es el de un castillo residencial, más que defensivo: de hecho, fue remodelado durante el siglo XVIII por la dinastía de los Saboya, en una época en la que protegerse de los ataques enemigos ya no era esencial.

Continuamos en la moto hacia el pueblo de Saint-Pierre, a pocos minutos de distancia. En el territorio municipal destacan dos antiguas fortalezas: el castillo de Saint-Pierre, que lleva el nombre del pueblo, y el castillo de Sarriod de la Tour, que lleva el de la familia que lo construyó. La primera casa solariega se asoma al valle desde lo alto de un promontorio rocoso y muestra con orgullo su silueta de cuento de hadas, con elegantes torreones añadidos a la estructura original durante una restauración del siglo XIX. El castillo de Saint-Pierre alberga en su interior las salas del museo regional de ciencias naturales Efisio Noussan, con un recorrido recientemente renovado con instalaciones interactivas adicionales. 

El castillo de Sarriod de la Tour, en cambio, tiene un aspecto muy diferente, ya que se encuentra en una zona plana, a pocos metros del paso del río Dora Baltea. La sección más antigua del castillo se remonta a los siglos X-XII, pero en los siglos siguientes las intervenciones ordenadas por los miembros de la noble casa de los Sarriod dieron pie a varios cambios, hasta que en los años 70 el castillo pasó a ser propiedad de la región autónoma del Valle de Aosta.

Introd

Introd

Cuatro hermosos valles se extienden hacia el sur desde los alrededores inmediatos de Saint-Pierre, en la orilla derecha del río Dora Baltea. Antes de salir a explorar las sinuosas carreteras que atraviesan dos de estos cuatro valles, Valgrisenche y Valsavarenche, también merece una parada en profundidad el antiguo pueblo de Introd, a pocos minutos por carretera de Saint-Pierre.

Bandera naranja del Touring Club Italiano gracias a su sistema de alojamiento turístico sostenible, Introd se encuentra entre dos cursos de agua: el Dora di Rhêmes (que da nombre al valle homónimo) y el arroyo Savara, que baña Valsavaranche. Parece que el topónimo Introd deriva del francés «entre-eaux», que significa «entre las aguas».

Para quienes quieran estirar las piernas y bajarse de la moto, Introd ofrece una amplia red de senderos y excursiones que ascienden junto a torrentes y paredes rocosas. El centro histórico del pueblo es conocido por su castillo medieval, así como por sus casas centenarias y complejos de origen rural, como la granja Ôla o la Maison Bruil. En estos antiguos espacios, diseminados por las callejuelas del pueblo, la comunidad local organiza exposiciones y eventos de promoción del territorio.

Por último, el pueblo es especialmente conocido por su parque de fauna silvestre. En el Parc Animalier d'Introd viven algunas especies animales típicas de los Alpes del Valle de Aosta. Rebecos, marmotas, íbices, ciervos y liebres habitan un paisaje encantado, colorido y perfumado con plantas y flores autóctonas.

Día 2

Valgrisenche

Valgrisenche

Al desplazarse ligeramente hacia el oeste, la ruta toca el pueblo de Arvier, punto de partida de una panorámica carretera regional que asciende hacia Valgrisenche. Las ruinas del castillo de Montmayeur dan la bienvenida al motociclista a la entrada del valle. Un poco más arriba, un santuario cristiano, conocido con el nombre de Rochefort, ofrece unas espléndidas vistas del entorno.

Desde el castillo de Montmayeur la carretera serpentea durante algunos kilómetros entre gargantas rocosas y curvas cerradas que conducen hasta el lago de Beauregard, que marca el final de Valgrisenche. Se trata de un embalse artificial cerrado por una profunda presa.

Valgrisenche es un destino apreciado en todas las estaciones del año por excursionistas y alpinistas. El gran glaciar del Rutor se asoma desde arriba hacia las casas tradicionales esparcidas por los riscos de este estrecho valle. En verano, los verdes prados y los bosques de pinos y abetos dan la bienvenida a los viajeros para un relajante pícnic, especialmente en la zona de Usellières. No es difícil avistar en los alrededores grupos de marmotas, con sus característicos silbidos, o grandes rebaños de vacas que en los meses de verano transitan hacia los pastos alpinos situados a gran altitud.

Antes de volver al asiento para recorrer al revés la carretera de Valgrisenche, pasando por Arvier y luego por Introd, el viajero puede dedicarse a descubrir uno de los productos artesanales más preciados de todo el Valle de Aosta. Los «draps» de Valgrisenche son tejidos realizados con lana de oveja gracias a un antiguo sistema de telares de madera de arce. Las decoraciones de estos tejidos muestran fascinantes diseños geométricos: a menudo, los «draps» de Valgrisenche, en lugar llevarse puestos, se cuelgan de las paredes o se colocan en el suelo para embellecer las casas del Valle de Aosta.

Valsavarenche

Valsavarenche

Otro valle pequeño pero pintoresco sube hacia el sur desde Introd, a través de una red de carreteras que serpentea por empinadas curvas. Es Valsavarenche, atravesado por el arroyo Savara: se trata de uno de los puntos de acceso privilegiados para que alpinistas y escaladores se adentren en el parque nacional del Gran Paraíso.

Alrededor de Pont, localidad del extremo sur de Valsavarenche, se desarrolla un intrincado sistema de senderos y rutas de excursionismo que suben hasta cumbres y mesetas vírgenes. Una corona de picos alpinos domina el paisaje de Valsavarenche: Grivola, Ciarforon, Herbetet y Tresenta, por citar cuatro de los picos más conocidos, superan ampliamente los 3500 metros de altitud.

La fauna y la flora del Gran Paraíso pueblan un paisaje natural de gran encanto, compuesto por lagos glaciares, cascadas y praderas alpinas situadas a gran altitud. En el parque nacional del Gran Paraíso, los más afortunados podrán conocer algunos animales característicos de esta parte de Italia, como la «Cabra ibex» (más conocida como íbice alpino) o el majestuoso quebrantahuesos, un gran buitre depredador típico de estas zonas.

Quien quiera pasar una noche en los refugios de Valsavarenche no podrá evitar la visión del cielo estrellado. El Valle de Aosta es una de las regiones más frecuentadas por los aficionados a la observación de la bóveda celeste durante el verano, gracias a la ausencia total de contaminación lumínica en sus valles. No es de extrañar que esta región cuente con uno de los observatorios astronómicos más frecuentados de Italia, el de Saint Barthélemy, situado justo encima de Fénis.

Día 3

Valpelline

Valpelline

Al regresar de Valsavarenche hacia Aosta, el viajero deberá conducir esta vez hacia el norte, superando nuevamente el curso del río Dora Baltea y poniendo la rueda delantera de la moto en dirección a Valpelline.

Desde la población principal, situada al principio del valle, se continúa hacia el este durante unos 20 kilómetros a lo largo de las orillas del arroyo Buthier. Al motociclista le espera una serie de curvas sinuosas, en particular entre las localidades de Grenier, Oyace y Bionaz. De esta forma se asciende hasta el gran aparcamiento que bordea la presa de Place Moulin, una presa hidroeléctrica que marca el término geográfico de Valpelline.

Si dejas la moto en el aparcamiento, podrás caminar siguiendo un recorrido peatonal que bordea las orillas de un largo y estrecho embalse. Un viejísimo alerce marca el final del camino de tierra peatonal y el inicio de las excursiones de montaña: desde aquí, mirando hacia el norte, se divisa el perfil del Dent d'Herens, una cima nevada que marca la frontera entre Italia y Suiza.

Valpelline es una de las localidades del Valle de Aosta que mejor representa las tradiciones enogastronómicas regionales. Una de las especialidades locales, por ejemplo, que se sirve en las mesas de todo el Valle de Aosta, es la «seupa à la valpellinentze»: una sabrosa sopa de berzas con pan blanco duro, a la que se añade tocino, mantequilla y queso en grandes cantidades. Pero Valpelline y el cercano valle de Ollomont también son famosos por la carne de caza, los embutidos y los peces capturados en los arroyos alpinos.

Quienes hayan quedado realmente hechizados por el intenso sabor de la Fontina DOP del Valle de Aosta no pueden perderse en Valpelline una visita al museo de la Fontina y al centro de visitantes, en la localidad de Frissonière. Los residentes afirman que la «fontina» de Valpelline es la mejor del Valle de Aosta: después de una visita al museo, será difícil llevarles la contraria.

Fenis

Fenis

Bajando por última vez hacia el amplio y soleado valle central que acoge a Aosta, la ruta en motocicleta sigue un desvío en dirección a los altísimos torreones del castillo de Fénis, uno de los monumentos históricos más reconocibles y visitados de la región.

La fortaleza de origen medieval se encuentra a pocos pasos de la orilla derecha del río Dora Baltea, a lo largo de las principales rutas comerciales del Valle de Aosta, si bien no es una posición estratégica desde un punto de vista defensivo. De hecho, los campos que rodean el castillo de Fénis son en su mayoría planos y carentes de vegetación, fáciles de recorrer y atacar. Enseguida se entiende que esta fortaleza nunca tuvo un verdadero papel militar para la defensa del valle. De hecho, fue construida como residencia señorial por la aristocrática familia Challant, señores del Valle de Aosta en la época medieval y luego renacentista.

Los Challant abandonaron el castillo de Fénis a principios del siglo XVIII. La poderosa mansión permaneció deshabitada hasta que, a finales del siglo XIX, se iniciaron los trabajos de recuperación y renovación que permitieron su apertura al público y la devolvieron a su antiguo esplendor.

Además del castillo del mismo nombre, desde 2009 Fénis acoge también el recorrido expositivo del MAV - Museo dell'Artigianato Valdostano di Tradizione (Museo de la Artesanía Tradicional del Valle de Aosta). Los apasionados de la tradición local podrán concluir aquí este itinerario en motocicleta por las bellezas naturales y culturales del Valle de Aosta.

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