Resumen

La Vía Francígena, que atraviesa una zona poblada de encinas y robles, ve alzarse en Santa Colomba la ermita de San Leonardo del Lago. Según antiguos documentos, el lugar era recordado por la presencia de un lago, desecado en el siglo XVIII. Los restos arqueológicos, encontrados entre 1975 y 1980, han sacado a la luz una cisterna de planta cuadrada y una gruta, lo que permite suponer que la ermita se fundó antes del siglo XII. Posteriormente, en 1239, el monasterio pasó a manos de los agustinos, y en 1250 se unificó con el de San Salvador de Lecceto, gracias a una bula papal. La presencia de personajes religiosos de primer nivel, entre ellos el beato Agostino Novello, que pasó los últimos años de su vida en la ermita, contribuyeron a convertirlo en un lugar de peregrinación.
Una estructura amurallada y dos torres, una redonda y otra cuadrada, atestiguan que, en 1366, la ermita fue fortificada para defender a las poblaciones circundantes de posibles conflictos. La evolución arquitectónica del conjunto monástico está ligada a la adhesión de los primeros ermitaños a la orden agustina, con edificios organizados en torno a un claustro de forma cuadrangular. En el siglo XIV, la ampliación de la iglesia románica y la construcción de la nueva iglesia gótica de una sola nave, dividida en tres tramos y con ábside rectangular, marcaron un periodo de gran prosperidad, apoyado por donaciones de tierras, ofrendas de devotos e intervenciones institucionales. Entre 1360 y 1370, el coro fue decorado con frescos por el pintor sienés Lippo Vanni, con un ciclo dedicado a la Virgen. En la planta baja, originalmente destinada a refectorio, hay un valioso fresco que representa la Crucifixión, atribuido a Giovanni di Paolo en su periodo juvenil, alrededor de 1445. En 1516, el papa León X estableció que vivieran allí ocho o nueve frailes con la asignación de dos fincas y un viñedo. El convento fue suprimido en 1783, pero fue adquirido por el Estado en 1957.