Viajes para jóvenes

Una masa de agua rodeada de pueblos antiguos Situado a 368 metros sobre el nivel del mar, el lago de Idro es una extensión de agua de origen glaciar en la provincia de Brescia, en la frontera con Trentino, rodeada de montañas boscosas a cuyos pies se levantan pequeños pueblos típicos y muy acogedores. Alimentado por las aguas del río Chiese, que también es su emisario, tiene una extensión de casi 11 kilómetros y una profundidad de 122 metros. Es totalmente apto para nadar y se presta bien a deportes acuáticos como windsurf y vela. Las playas naturales de guijarros son fácilmente accesibles. En la cuenca abundan el lucio, la perca, la anguila y el albur, mientras que en las orillas pueden verse especies de aves acuáticas y migratorias, como garzas reales y ruiseñores de río. Visita Lemprato, en el "Castello antico", donde se han encontrado los restos de un antiguo poblado greco-romano. Ponte Caffaro, una aldea de Bagolino, alberga la iglesia de San Giacomo, mientras que en Rocca d'Anfo, una fortaleza militar construida en el siglo XV, se pueden admirar las Batterie Veneziane y Napoleoniche, la antigua escalera veneciana de 600 peldaños de granito.

El país de la cebolla roja “dulcísima” El municipio lombardo de Breme está situado en la baja Lomellina, no lejos de los ríos Po y Sesia, en la provincia de Pavía. En sus calles se ven más tractores que coches, pero hasta 12 000 visitantes se reúnen aquí en junio para la fiesta de una antigua hortaliza que es un bien preciado para el pequeño pueblo rural: la cebolla roja, una hortaliza que bate récords y que aquí puede pesar más de un kilogramo. Llamada "la dulcísima", bastante dulce y digerible para comerse cruda, es cultivada en ricos y fértiles suelos aluviales sin pesticidas por veinte productores y se exporta también al extranjero. Y mientras todo el pueblo sirve cebollas de todas las formas posibles -crudas en ensaladas, en sopas o tortillas, transformadas en conservas, etc.-, los turistas descubren también las bellezas históricas de Breme, acompañados por los propios lugareños que, vistiendo el papel de cicerones más que entendidos, narran la historia de su abadía de San Pietro o de la Cripta. La abadía de San Pedro data del siglo X, aunque sus transformaciones se remontan al siglo XVI. Testigo del año de su nacimiento es la cripta, con sus naves y bellas columnas. También son de interés el obelisco de San Carlos Borromeo, del siglo XVII, y la iglesia parroquial románica de Santa María Assunta.